¿Existe la opinión pública?
No se debe confundir la verdad con la opinión de la mayoría
Jean Cocteau
Citemos a Dewey el hijo menor
de la familia Wilkerson del programa Malcom in the middle: “Los votantes
no leen, no piensan por ellos mismos; están influenciados por lo último que han
oído, sea verdad o no. La democracia es un fracaso”.
Esta cita podría se puede
tomar como una premisa verdadera porque su argumento se basa en la opinión
pública de una mayoría. Sin embargo como lo analiza Pierre Bourdieu en su Conferencia impartida en Noroit
(Arras), en enero de 1972, y publicada en ‘Les
temps Modernes’, no. 318, enero de 1973; la opinión pública no existe.
El término es muy abstracto,
considerar que la opinión sea palpable de un determinado grupo durante un lapso
de tiempo requiere de teorías, fórmulas así como diversas herramientas para
señalar su existencia; el principal instrumento determinar la opinión pública son
las encuestas de opinión, sin embargo en el pasado proceso electoral que se
vivió en 14 estados en donde se eligió gobernador y los diputados locales, así
como los Constituyentes de la Ciudad de México, pudimos observar de las fallas
de las empresas encuestadoras, algunas se dieron el ‘lujo’ de ofrecer datos a
los candidatos para declararse ganadores, hubo entidades que por algunas horas
tuvieron tres gobernadores, pero en las primeras horas del día siguiente los
resultados resultaron adversos para aquellos que no supieron ‘medir los tiempos
y resultados del proceso’ todo a partir que las encuestas que determinaban que
la opinión pública favorecía a ‘equis’ o ‘ye’ candidato.
Bourdieu señala: Toda encuesta
de opinión supone que todo el mundo puede tener una opinión; o, en otras palabras,
que la producción de una opinión está al alcance de todos. Lo que señala el
sociólogo francés se enmarca en la Europa de los años 70, con más de cuatro
décadas de distancia y con la aparición del Internet, que dio vida a las
llamadas redes, podemos determinar que todo mundo puede tener una opinión,
aunque existe el detalle de cuántas personas tienen accedo al internet y cuál
es el uso que le dan.
Se supone que todas las
opiniones tienen el mismo peso, señala Bourdieu, pienso que se puede demostrar
que no hay nada de esto y que el hecho de acumular opiniones que no tienen en absoluto
la misma fuerza real lleva a producir artefactos desprovistos de sentido.
En la época de la Alemania nazi uno de las estrategias de
Adolfo Hitler fue el hecho de repetir una y mil veces una mentira hasta la
considerarán verdad, llega el instante en que una minoría repite una opinión
sin fundamentos a través de los medios de comunicación u otros instrumentos que
se cae en la idea que esa opinión es la que prevalece en la mayoría de la
sociedad.
El tercer postulado implícito
que describe Pierre Bourdieu es: en el simple hecho de plantearle la misma
pregunta a todo el mundo se halla implicada la hipótesis de que hay un consenso
sobre los problemas, entre otras palabras, que hay un acuerdo sobre las
preguntas que vale la pena plantear.
O bien reforzar lo que ya se
sabe de antemano, no siempre el “clamor popular” es el indicativo del sentir de
la población, si la pregunta es ¿se está con el movimiento magisterial de
Oaxaca? Un alto índice puede responder que no, pero no es un indicativo
contundente para tomar las decisiones del pasado 19 de junio.
Sabemos que todo ejercicio de la
fuerza va acompañado por un discurso cuyo fin es legitimar la fuerza del que la
ejerce; se puede decir incluso que lo propio de toda relación de fuerza es el
hecho de que sólo ejerce toda su fuerza en la medida en que se disimula como
tal. En suma, expresándolo de forma sencilla, el hombre político es el que
dice: “Dios está de nuestra parte”. El equivalente de “Dios está de nuestra parte” es hoy en día
“la opinión pública está de nuestra parte”.
Si la medición de un concepto
abstracto como lo es la opinión pública se hacer por medio de las encuestas
llegaremos a la rigidez de las ciencias exactas, la fuerza de gravedad, la
velocidad de la luz, el promedio de edad de una población se pueden hacer por
medio de cálculos matemáticos pero el descontento, la felicidad, el qué piensan
sobre el ejercicio de un gobierno determinado es difícil calcular se podrá
llegar a una interpretación de lo que opinan, claro hay modelos matemáticos
para ello, sin embargo muchas de las veces estos responden a las ideologías,
economías e intereses de quienes desean saber la opinión pública de algún
sector de la población.
Las problemáticas que proponen
las encuestas de opinión están subordinadas a intereses políticos, y esto pesa
enormemente tanto sobre la significación de las respuestas como sobre la
significación que se le confiere a la publicación de los resultados. La
encuesta de opinión es, en el estado actual, un instrumento de acción política;
su función más importante consiste, quizá, en imponer la ilusión de que existe
una opinión pública como sumatoria puramente aditiva de opiniones individuales;
en imponer la idea de que existe algo que sería como la media de las opiniones
o la opinión media. (Pierre Bourdieu).
Para finalizar el sociólogo
nacido en Denguin, Francia señala: la opinión pública en la acepción
implícitamente admitida por los que hacen encuestas de opinión o por los que
utilizan sus resultados, simplemente digo que esta opinión no existe.
Retomemos de nuevo lo dicho Dewey:
Los votantes no leen, no piensan por ellos mismos; están influenciados por lo
último que han oído, sea verdad o no. La democracia es un fracaso. Considero
que esa opinión es la que más prevalece en la actualidad y no proviene de un resultado
de una casa encuestadora.
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