¡Yo, pescador!

"La playa" del Pitayo verde

Un día no pescas nada y al otro 
tienes tu mejor día de pesca

Hace unas unos días me convertí en pescador, acompañado, claro, de otro obstinado como yo  quien aporrea estas teclas. ¡Sí!, con todo y atarraya en manos, sin el menor conocimiento de la técnica de lanzar la red, más que solo varias revisiones a un vídeo de un experimentado y hábil costeño, no sé si de Guerrero, Oaxaca o Chiapas, tiré la red y atrapé a unas distraídas mojarras, que, para su mala suerte, era la primera vez que se enfrentaban a este aditamento para sacarlas de su cotidianidad.

Tiré unas cuantas veces más la atarraya y logré un buen botín, pero fue todo; a partir de ahí, la pesca era nula, una que otra “mojarrita” caía en las redes por descuido, y no precisamente de los improvisados pescadores. 

Las primeras risas se fueron apagando. Poco a poco la tarde cayó y la meta que se había trazado, estaba muy, pero muy lejana, así que, junto a otros improvisados pescadores, recurrimos a técnicas alejadas de la pesca habitual, teníamos la ventaja que el estanque en el que tratábamos de capturar a estos animalitos acuáticos, es relativamente pequeño, pero al caer la noche ya era relativamente inmenso, en fin tras horas bajo el incesante sol, la brisa del campo de la mixteca oaxaqueña y al fondo muy al fondo el Popocatépetl e Iztaccíhuatl presenciaban la aventura, es que se logró la meta, pero ahora se venía otra labor que es igual de complicada como el de lanzar la red, nada, nada se puede hacer menos, todo es un engranaje, para que al final podamos ver una pieza que estaba absolutamente relajada en el agua para terminar en un plato al lado de una fresca ensalada, una porción de oloroso arroz, acompañado, ¡claro! de una cerveza que tiene escalofríos o una ‘soda’ en las mismas condiciones.

 

En mi andar en este país he visto a los pescadores, remendando sus redes, o bien armándolas con inmensa paciencia, he observado como a bordo de tus canoas o piraguas, siguiendo el ritmo de las aguas, lanzan su atarraya un tiro perfecto la red se extiende en un círculo perfecto, en muchas ocasiones la red viene cargada en otras, como me pasó a mi, venía solo arrastrando el aire. 

El sitio en donde realicé este “ejercicio”--del cual me llevó varios días en recuperarme, músculos y huesos que no sabía que tenía estuvieron adoloridos por varios días--, está ubicado en la Mixteca baja oaxaqueña, frontera con la mixteca poblana, es un sitio árido en donde las precipitaciones anuales no se comparan con zonas en donde la pesca es una labor habitual, pues bien en este sitio El pitayo verdese crea un proyecto familiar: la cría de mojarras, que es el único de la región que se dedica más a la agricultura y ganadería –menor y mayor--, entonces la pesca es por decirlo de alguna manera exótica, sin embargo la forma en que se ha llevado en este sitio es ya un éxito, sobre todo en una zona en donde se dice históricamente que hay escasez de agua por lo que es necesario citar lo que le decía mi abuela a mi tía: “¡Hija, en este pueblo la gente se ha muerto por tomar tanto alcohol, no porque no haya agua!” La pesca fue buena, en serio fue buena a pesar que los músculos sigan adoloridos. 

En esos momentos en que las redes solo pescaban nada, reflexionaba. Creo qué si me dedicara al este oficio, al menos pescaría un par de piezas cada día, con lo cual, pues no pasaría hambre, aunque no solo es el atrapar los peces, sino además todo lo que lo rodea, desde quitar las vísceras, descamar, cocinar, y todo el complemento. No, no solo es pescar es como lo mencioné líneas arriba todo un proceso hasta ver el pescado en el plato, asado, frito, al mojo, horneado, en caldo, en fin… 

He visto, he escuchado el relato de los pescadores ante autoridades, describen como viven las arduas jornadas ya sea en mar abierto o aguas interiores, todo ese proceso hasta llevar su productor a los mercados, el cómo se enfrentan a los intermediarios, a los acaparadores, que generalmente pagan la pesca del día a precios irrisorios, entonces deciden formar cooperativas para poder resarcir ese abuso y al final tratar de obtener ganancias por la friega de todos los días, pero esto no es exclusivo de los pescadores ocurre con los agricultores, ganaderos, productores de muchos otros servicios…

  

El reto de la cría de mojarras, así lo considero yo en un sitio que se puede considerar hostil, es la perseverancia lo dice bien en El viejo y el mar, Ernest Hemingway, Para lograr algo grande, uno debe tener mucha paciencia y resistencia. Y hace unos días se logró quienes degustaban de esas mojarras que muchas sobrepasaban los 500 gramos, ¿a poco hay acá en la Mixteca? Sí y veo que la degustan con agrado, tanto que se “chupan los dedos”, y entonces la curiosidad crece, el asombro, la sorpresa es ya constante, entonces vuelvo a citar a gran Hemingway: Tener éxito no depende de si eres afortunado o no, depende de lo que hagas con la suerte que tienes.

No sé si la reflexión que acabo de hacer tiene el sustento correcto, lo que sé es que a pesar que mi abuelo era de origen costeño, solo en los primeros lanzamientos de la red estuvo ahí presente, ya después ese espíritu se alejó y seguramente se reía de mi allá en donde esté. 

¡Ah! Sí, si la haría como pescador, que por cierto esa fue una de las cosas que quise hacer tras leer un artículo en la Jornada Semanal sobre los barcos camaroneros cuando yo era estudiante del CCH Azcapotzalco, y la idea se volvió a reforzar cuando Forrest Gump logra una gran cosecha de crustáceos tras una violenta tormenta en donde el Teniente Dan desafía a las divinidades… al final de todo yo me quedó con la rola que escuchaba mi padre El pescador interpretada por Linda Vera y la Orquesta de Carmen Rivero

El pescador... habla con la playa
El pescador... habla con la luna
El pescador... no tiene fortuna solo su atarraya. 



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