¡Oh mamá! Ella me ha besado
El beso de Auguste Rodin Desvelado, agobiado –casi ojeroso, cansado y sin ilusiones--, eso a mis tempranos 17 años (o eran menos ya está fase las sumas y restas ya no salen) de vida, sonámbulo, zombie veía el lento y la vez rápido pasar de los autos mientras viajaba aferrado a uno de los “pasamanos” en uno de los vagones de la línea 3 del Metro, ¡hey, la línea verde!, que me llevaban al paradero de Indios Verdes , ahí al pie del comienzo e inicio de la Sierra de Guadalupe , muy cerca del cerro del Tepeyac en donde el indígena Juan Diego tuvo un encuentro del tercer tipo con Tonantzin , para los cuates la Virgen de Guadalupe , un poco más al oeste se erigía el Cerro del Chiquihuite , escenario unos años después de cómo un magnate mueblero se agandalló la señal del Canal 40 , ¡en fin, nuestro México mágico y misterioso! El calor de verano, los cuerpos acinados un “carro” de un Sistema de Trasporte Colectivo , que cumple cabalmente con transportar millones de usurario diaria...