El invencible verano
| Foto: Eduardo González García |
Queridos dos lectores, bueno tres, ¿les ha pasado que al terminar un libro no saben describir las sensaciones tras culminar la última página? Me pasó con: A sangre fría de Truman Capote, Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez, Quinceañera de Armando Ramírez, La última tentación de Cristo de Nikos Kazantzakis al cerrar esas obras vi el mundo de otra manera.
Recientemente me ocurrió con Don Quijote de La Mancha, por eso Cervantes es la mera verdura del caldo de rés, pero el libro que aún tengo en la cabeza, por el tema que aborda, por la forma en que se construye la narración es El invencible verano de Liliana (Random House, 2021), de Cristina Rivera Garza, quien por esa obra se le otorgó el premio Pulitzer 2024 en la categoría memorias o autobiografías.
Al concluir la lectura, misma que hice en un par de días, no sabía, y no sé aún, qué es lo que me causó, qué cables movió; me quedé con enojo, decepción, tristeza, asombro, ganas de llorar, ganas de gritar, a un año que leí esa obra sigo descubriendo que me provocó ese Invencible verano…
Me considero asiduo lector, por tanto el algoritmo de las plataformas sociales, me “avientan” de vez en diario notas informativas sobre libros, Ferias Literarias, convocatorias, entrevistas, fue cuando apareció la nota que la escritora nacida en Matamoros Tamaulipas había sido galardonada con el Pulitzer, leí un fragmento del libro y me dije a mi mismo, mi mismo: ese libro lo tienes que comprar, en esos menesteres estaba cuando de nuevo el algoritmo puso ante mis ojos una entrevista en el Semanario Gatopardo y otra con Alejandro Páez en Los Periodistas, ya no era un simple deseo, ya era una misión adquirir esa obra.
Y así fue, fue en el mes de junio del año pasado cuando en esas visitas a mis librerias de confianza lo merquè –a buen precio he de decirlo—junto con un ejemplar de El gato que venía del cielo de Takashi Hiraide; intenté que la emoción no me gobernará, pero en la noche ya estaba inmerso en la narraciòn de Cristina, la acompañé en ese viaje, como creo que hicieron todos los lectores, a todo lo que hizo en ese proceso de redención.
Y en esas páginas de pronto me ví en las calles de la Ciudad de México, calles que conozco, me encontré padeciendo los tramites engorrosos de las dependecias gubernamentales, empiezas a conocer a Liliana, te causa simpatía, a la vez que empiezas a desesperarte por que no decide terminar la relación con un tipo abusivo, al que terminas aborreciendo por la forma en que se comporta, es probable que sea el reflejo de lo que ves cotidianamente, pasajes de los que fuiste testigo o bien te identificas con esas actitudes posesivas: ¡Si no eres mias, no serás de nadie!
Y aunque el final ya lo conoces. El proceso que llevó a ese desenlace genera un cùmulo de sensaciones, en mi caso, quise adentrarme en esas páginas para advertirle a Liliana, a su familia, a sus amigos que había peligro, pero no, al final solo soy testifo de un fatídico desenlace, insito cuando terminé de leer el ibro no sabía qué hacer, busqué con quién comenfarlo, pero en ese momento no hubo nadie, fue hasta el mes de octubre en la ediciòn del 2024 de la Feria Internacional de Libro (FILO) cuando mi buen amigo y colega Eduardo González García me compartió el calendario de actividades de la FILO, y ahí estaba programada como invitada Cristina Rivera Garza, quien iba a presentar la nueva ediciòn de Nadie me verá llorar, no pude evitar la emociòn y el asombro, por lo que le dije:
--¡Mira va estar la Premio Pulitzer de este año!
--¿Quién?
--¡Cristina Rivera Garza!
--¡A poco!
--Sí, mira —y le señalé la fecha— …18 de octubre Foro de la FILO.
--¿Vas a venir para que te acredite?
--¡Claro!
FILO: El negocio editorial detrás de la promoción de la lectura ¡Y ardió Troya! Bueno no tanto, leanlo y cada quien saque sus conclusiones; sin embargo, la presencia y participación de Rivera Garza no pasó desapercibida, los colegas que ya la conocían acudieron a la conferencia de prensa, hicieron las preguntas correspondientes y yo en modo de fan, tras mi pregunta –toda chafa—no pude evitar pedirle el autógrafo que ella firmó amablemente, mientras eso ocurría mi colega y amigo Lalo González inmortalizaba el instante, además que me recriminaba que rompía esa ley no escrtita de no ser fan del entrevistado, ¡lo siento! De aquí a que vuelva ver a un ganador o ganadora de un Premio Pulitzer va pasar un buen tiempo, tras varios meses por fin pude comentar el libro con mi amiga y excolega Amalia Garfías Valdivieso, quien hoy dirige Mariposas de Seda, y la motive a leerlo, al final de cuentas, creo que el libro también le dejó una grata impresión, eso sí, ya el libro ya fue dificil conseguirlo y el precio había subido. A la presentaciòn del libro Nadie me verá llorar ya no me quedé, Amalia llegó tarde y Lalo pasó de rápido a tomar unas placas.
Le comentaba al buen Lalo González que si designan a Cristina Rivera Garza como Premio Nóbel de Literatura, ya puedo presumir esa foto, ya tengo su autógrafo, y esque recuerdo que cuando aun vivia Gabriel García Márquez visitó Oaxaca, en ese momento no contaba con ningún volumén de su rica obra y lo único que atiné a decir fue: ¡Buenas tardes maestro!, que me recuerda a unos pasajes de la autobiografía de Gabo: Vivir para contarla que cuando vio a Ernest Hemingway, tal vez en España, lo único que atinó en hacer es gritar ¡Maestro buenas tardes! A lo que el autor del Viejo y el Mar, volteó y contestò el saludo también gritando ¡buenas tardes!
Así que mis queridos dos lectores El invencible verano de Liliana es para leer en cualquier día de las cuatro estaciones del año, y siempre sera invencible. ¡Asi sea!
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