El labregón de la hamaca


Con paso apurado, a la espalda una pesada mochila que estaba por reventar, en los brazos libros, atosigada, acalorada, por llegar pronto a su casa, el intenso calor de la pronta primavera hizo resaltar su nacarada piel, en su mejillas se marcaban unas coquetas chapitas que hacían resaltar sus ojos color miel y sin más volteó a su derecha y ahí estaba de nuevo ese baquetón, tumbado en una hamaca que había colgado en el jardín de su casa, por cierto se veía fresco porque acababa de regarlo, la sombra del frondoso árbol lo cubría del abrasante sol de la tarde, él tenía en el regazo un libro, según lo estaba leyendo, pero lo que hacía era dormitar, se escuchaba de fondo una melodía de esos que se hacían llamar “Los Bitols”, Miriam sonrió de coraje, envidia, burla, una mezcla de sensaciones se agolparon en la cabeza, en eso estaba cuando a lo lejos escucho un ¡Hola! Y una mano que se agitaba saludando, ella automáticamente respondió, apresuró el paso, tenia que llegar a casa, no sin antes regalarle una sonrisa y musitar ¡baquetón! 
 
El labregón que se bamboleaba en la hamaca se llama Olaf, estudia comunicaciones en la UNAM, Miriam se decidió por la Medicina en el “Poli”, él es aficionado a los Pumas, ella solo práctica el futbol para verse bien, para sentirse bien, sobre todo en los días calurosos cuando viste con pantalones cortos, y blusa ligera no existe o existía nadie que no la volteara a ver, muchas, muchas miradas de admiración. 
 
Llego a casa, ya la esperaba su madre con la comida, unos olorosos chilles rellenos, arroz colorado, agua de jamaica, la Doña sabía que su hija comería como alma que lleva el demonio, para luego encerrarse en su habitación para quemarse las pestañas, pero hoy la vio un más atosigada, incluso molesta, así que no dudo en preguntarle qué le ocurría, ella sin aminorar su prisa, escuchó la pregunta de su mamá y haciendo un mohín de enfado respondió: ¡creo que elegí la carrera equivocada! 
 
Ante tal respuesta La Doña se apresuró a decir: ¡Calma hija!, sí, es mucho trabajo, pero al final valdrá la pena… 
 
Miriam ya no dijo nada, saboreó la comida rápidamente, charló con su madre de tantas otras cosas, eran recién llegados a Maravillas, así se llama la calle, y aún no hacía amigos, aunque había varios “galancetes” que no dejaban de observarla, incluso uno que otro trató de hacerle platica, pero por alguna casualidad se aparecía, el hermanito, la mamá y ya para correr el papá que era tenía cara de pocos amigos. 
 
Sólo aquel vago de la hamaca y el cachetón de la tienda le había hecho platica, parecían tipos inteligentes, con personalidades no tan distintas, uno se veía desesperado porque a la tienda solo llegaban las moscas y uno que otro marchante, el otro pues parecía más que estudiante un ‘fósil’ de la escuela, aunque solo le llevaba un par de años. 
 
La noche se le fue en un abrir y cerrar de ojos, la tarea de anatomía estuvo pesada y más porque tenía que exponer ese viernes, así entre sueño con un litro de café en el organismo viajó a la escuela, afortunadamente no tenía que sufrir de los avatares del transporte público de la mañana, iba en el asiento trasero del auto a lo lejos, muy a lo lejos escuchaba la charla de sus padres, que se intrigaban porque no había hecho amigas o amigos. La mano de su madre la sacudió como un terremoto ya llegamos hija, intentó esconder el bostezo, felinamente se estiro y dijo: ya me voy, que la exposición es en la primera del día. 
 
A pesar de solo dormir unas horas la ponencia de Miriam y compañeros fue divertida, uno de sus compañeros sirvió de modelo para mostrar las partes del cuerpo humano, lo cual se complicó cuando tuvieron que hacer las diferencias entre la fisonomía del cuerpo femenino y el masculino, pero salieron avantes, el resto del día fue escuchar las clases, aún teóricas de la carrera de galeno, muchos ya deseaban diseccionar cuerpos, o al menos aplicar una que otra inyección, pero eso iba a ser el siguiente semestre por mientras los aleccionaban en los aspectos básicos y les hacían hincapié del famoso Juramento Hipocrático. 
 
Era viernes, la semana era pesada y venía un poco relajada, cuando de nuevo vio a aquel labregón en la hamaca, el vaivén parecía eterno, el libro que sostenía parecía estar en la misma página, y allá de fondo una melodía extraña, sonaba el mariachi algunas palabras en inglés y remataba con un español británico “¡Oh las Brisas!”. 


La calma o paciencia se esfumó y pensó para sí ¡¡¡pinche güebón!!!, acababa de pensar eso cuando escuchó de cerca al individuo que había dejado su cómoda hamaca, ¡ah, al menos ya se levantó! 
 
--¡Hola Miriam!, ¿cómo estás?, era Olaf que se le notaba un pertinaz nerviosismo, quien ya había tenido la oportunidad de charlar brevemente con esa “Güerita sabrosa”, la nueva chica de la calle, grabado tenía la fragancia a durazno, que lo había dejado perplejo. 
 
--¡Hola Olaf!, ¿que no fuiste a la escuela? Inquirió Miriam. 
--¡Eeeh, sí! pero salí ‘tempra’. 
--Todos los días sales temprano. 
--Estamos a final de semestre, ya sabes como son en la UNAM. 
--Oye pero precisamente te quiero hacer una propuesta… 
Miriam, primero se congeló, hace unos días Ulises uno de los tantos galancetes de la calle, le había pedido que fuera su novia, el chamaco, no estudia, si trabaja, y tiene buen porte, pero se ve que no lee ni por error, ella le dijo que no, le argumentó que estaba muy chaval para ella, a lo que Ulises muy seguro de sí, como deben ser "los casanovas", le dijo: Piénsalo bien Miriam, luego me dices que onda. Tal aplomó lejos de molestarla le causo gracia y esa noche se lo comentó a sus papás que rieron de buena gana la ocurrencia del aspirante a Don Juan. 
 
No creo que este flojo de polendas, me vaya a pedir que sea su chava, pensó, aunque no era el gran galán tenía un extraño imán, además no hemos platicado mucho, si acaso hemos coincido en la tienda con Agustín, al que todos le decían Chapo, quien también se le caía la baba cuando la veía… en esas cavilaciones estaba... 
 
--Entonces si aceptas… interrumpió el individuo que la sacó de sus cavilaciones. 
--¡Eh! ¿cómo? 
--Chale ni me pelaste. 
--Es que vengo un poco cansada, hoy tuve exposición en la escuela y no he dormido bien. 
--Pues te invitó a que sea parte de una dinámica escolar, en clase nos sugirieron llevar a una especie de grupo a personas de distintas edades, ocupaciones para tener una charla que se llama etnografía… 
Al menos no es un fósil, se dijo a sí misma en lo que Olaf volvía a su retahíla de palabras, se ve que si estudia, pero chale, al menos me hubiera llevado antes al cine o mínimo me hubiera invitado un café o de perdis un méndigo refresco. 
 
--¿Entonces qué?, ¿aceptas?, lo más seguro es que sea la próxima semana. 
--¡Sí, claro! Tu avísame cuando y a qué hora. Contesto al tiempo que le sonreía al baquetón de la hamaca 
--¡Vientos! --dijo Olaf— mientras que un ligero rubor se le reflejaba en el rostro, el cual trató de ocultar. 
--Ya me voy que me están esperando en casa… 
--¡Ok!, nos vemos. 
 
Al día siguiente, Miriam se levantó ya sin la presión de ir a la escuela, tras hacer las labores de la casa junto con su hermanito, llegó uno de sus primos, quien venia de jugar en la liga de fut rápido, bueno eso decía, porque no se le veía ni una gota de sudor o signo de cansancio, así que tras una breve charla, fueron a la cancha cercana para patear un rato el baló, no era una dechada de habilidades, pero tenía ese instinto de recepción-controlar-pasar, algo que no sabían ni hacer los que se decían pamboleros sobre todo un Héroe Desconocido de la calle Maravillas. 
 
A unos metros estaban Chapo, Olafo, el Tlacoyo, el Seboruco, el Cachas, todos con la boca abierta, las moscas clientas regulares de esa miscelánea ya ni ahí se pararon, sin disimular observaban los graciles movimientos de la bella futbolista, alguno de ellos, quién sabe quien dijo: Es la nueva Fabiola, y de inmediato le llovieron 'zapes'. En eso estaban aplicando los debidos correctivos, cuando llegó el balón a sus dominios, ¡bolita! Se escucho a lo lejos, todos quisieron pasar el esférico, pero fue el Seboruco quien reaccionó de inmediato y pateó el balón con precisión que llegó a la otra portería, Miriam sonrió de buena gana, le regaló una sonrisa, saludó a Olafo con un efusivo ¡hoola! Para proseguir en su faena deportiva, 
 
De nuevo una andanada de correctivos cayeron sobre Olaf, quien aguantó estoicamente el castigo, no podía ni debía mostrar debilidad ante la bella dama. 
 
Los días pasaron en un ir y venir parsimonioso, entre espantar moscas, el vaivén de la hamaca, el stress de asistir a la escuela, exámenes, trabajos finales y un libro que no pasaba de la misma página. 
 
Miriam esperó pacientemente que Olaf le avisará esa dichosa invitación a su dinámica escolar, aquel labregón que por las prisas y la falta de efectivo ya no se animó a decirle, mínimo tenía que invitarle el pasaje, un filosofo callejero del rumbo de nombre Abel, quien le gustaba jalarle las patas al demonio dijo en alguna ocasión: “¡todo es como las gelatinas, algunas cuajan y otras nel! 
 
No hay testigos, solo las moscas las leales clientas a la Miscelánea, pero dicen que el Cachetón de la tienda la fue envolviendo con su labia, hasta que un día le robó un beso, ella entre que se asustó, se enojó y se decepcionó terminó por aceptar el atrevimiento, pero ya lo dijo Abel: “¡todo es como las gelatinas, algunas cuajan y otras nel! 
 
--Oye de verdad ¿qué hace Olaf? 
--Estudia… 
--¡Que va estudiar!, si siempre que lo veo está ahí de holgazán en la hamaca 
--Estudia en la UNAM. 
--¡Ah! Con razón. 
 
Así entre la aburrida cotidianidad, una tarde cuando ella regresaba de clases, ya no lo vio tirando “la fiaca”, había silencio en el 322 de la calle, la hamaca se mecía solitaria al ritmo de algunas ráfagas de un viento sureño, la invitación nunca se concretó, ¡tuvo miedo!, pensó, probablemente porque todo es posible en este mundo donde las oportunidades se suscitan en segundos y si no reaccionas a tiempo cuando quieres ya no se puede. 
 
Un día el Cachetón de la tienda le preguntó a Miriam sobre ese beso robado, ella un tanto distraída solo le dijo: “¡todo es como las gelatinas, algunas cuajan y otras nel!, solo las moscas atestiguaron ese diálogo, ella trataba de desentrañar ese misterio de por qué le decían “Güerita sabrosa”, pero eso saltaba a la vista no había necesidad de explicaciones, aunque ella lo exigiera. El tendedero de esa desierta miscelánea solo atinó en decir ante tal respuesta: “Me parece un tanto cuanto elitista”, frase que tal vez fue originada por “Abel el filósofo” en uno de sus constantes viajes siderales. Pero solo las moscas que atestiguaron el suceso pueden dar fe de lo que aquí se describe. 
 
Tras esa actividad escolar, que al final el profe calificó a todos con 10, Olaf regresó ya entrada la noche a su casa, solo le dio tiempo de merendar, leer una página más de ese libro interminable que le habían recomendado insistentemente era de un tal Octavio Paz, pero por más que lo intentaba no avanzaba se preguntaba ¿qué hubiera pasado? Si hubiera llevado a Miriam; el sueño lo venció… 
 
Al día siguiente se levantó con la energía necesaria para leer una página más de ese libro, eligió de nuevo una melodiosa rola de “Los Bicles”, Paperback writer, enfundado en una frescas bermudas, chanclas, vaso de agua en mano, pero la hamaca ya no estaba, se habían dado el tiempo de deshacer los nudos, hubo paciencia para llevarse ese aditamento que lo trasladaba a sitios tropicales en donde solo disfrutaba de la brisa marina. Coraje, risa… suspiro y dijo: “¡todo es como las gelatinas, algunas cuajan y otras nel! 

 
Por la tarde ya se lo comentaba a los compas, que le había volado su hamaca y preguntaba si no había visto a alguien sospechoso, todo esto mientras disfrutaban de una ‘caguama’, entre risas, anécdotas bajaron la voz en lo que veían pasar a Miriam y sus papás, ella esta vez no saludó, pero se le notaba nerviosa, tal vez por la presencia de toda esa flota de ‘vagales’, pero sin más se ruborizó… 

--Oye y si ¿la "Gordis" te chingo la hamaca?, preguntó el Tlacoyo en lo que le daba un trago a su Corona...
--¡Noo creo!, pero al rato iré a preguntarle, contesto Olaf, a quien de inmediato le cayeron varios zapes, solo le dieron tregua cuando dijo ¡déjenme echar un trago culeys! mientras los demás se desternillaban de la risa. 
 
Una noche, como muchas otras noches en su habitación Miriam tomaba medidas, veía la posibilidad de colgar una hamaca, que había lavado y desinfectado, sonreía, sonreía. 
 
Epílogo 
 
Algunas décadas después, el libro aquel sigue en la misma página, Miriam es probablemente una exitosa doctora que de vez en vez juega futbol y se balancea cada que tiene tiempo en una hamaca, José Agustín corrió a sus leales moscas y al grito de ¡papitas y chescos! Llegaron otros clientes, ¿Olaf? Bueno ese individuo dice que escribe, se mece en otros escenarios “un tanto cuanto elitistas” y al recordar aquellos días solo piensa lo que bien dijo aquel canijo: “¡todo es como las gelatinas, algunas cuajan y otras nel!



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