¡Cuando pase esto, hay que reunirnos!

"Chilangolandía", Ex DF, hoy CdMx
I get up in the evenin'
And I ain't got nothin'to say
I come in the mornin'
I go to bed feelin' the same way
(Dancing in the dark / Bruce Springsteen)

Leyendo a Armando Vega-Gil en sus crónicas de un “Güacarocker” en uno de sus brillantes textos palabras más, palabras menos apuntaba que uno empieza a envejecer cuando tus amigos, tus familiares fallecen, y sí, eso ocurre, empiezan a recrudecerse las dolencia físicas como las del espíritu, pero son las punzadas del alma de las que tardas en recuperarte y tal vez de esas nunca hayas cura. 
 
En el lapso de año y medio se han despedido de este mundano mundo a familiares, amigos de la infancia, de la universidad, del trabajo, y siempre quedó en planes el visitarnos, de tomarnos ese café para platicar, recordar aquellos tiempos en como decía uno de ellos éramos felices y no lo sabíamos. 

Sí, si lo sabíamos, pero este pinche trajín que adoptamos nos lleva a la posposición eterna; “¡ahora que tenga tiempo!, “¡déjame organizar mi agenda!”, “¡estoy planeado el viaje a…!”, “¡el trabajo no me…!”. ¡Madres!, cuando menos te das cuenta y así de madrazo te das cuenta que los días pasaron, que los años pasaron y esa eterna reunión no se dio, entonces te enteras que que tu amigo, que tu amiga ha dejado este cochino mundo, ya no tuviste tiempo de platicar, de saludar, de desearle lo mejor, la oportunidad de despedirte ya no fue posible… 
 
El año que se nos fue, el 2020, nos recluyó en nuestros hogares, no había de otra, ¡bueno sí! pero para qué entrar en diatribas sin sentido; cuando el virus llegaba a suelo mexicano haciendo uso de la bendita tecnología pude comunicarme con amigos en distintas fases de mi vida, todos se mostraban preocupados, alarmados, unos ofuscados y otros tantos enojados por lo que se vivia en esos instantes, a pesar de eso nos deseamos bien, que habría que cuidarnos para finalizar con una frase que se trivializó: ¡Cuando pase esto hay que reunirnos!. 
 
Dulce Briones García siempre me contagió su alegría, sus ganas de vivir eran intensas, desde que nos conocimos nos llevamos bien, platicábamos de trivialidades y generalmente las charlas concluían en sonoras carcajadas, empezó en el turno de la tarde en la FES Acatlán, al segundo semestre se cambio a al horario mañanero , sin embargo nunca perdimos comunicación, hasta que culminamos la carrera, cada quien tomó su rumbo. 
 
No recuerdo el momento exacto, acaso cuatro años, en que empezamos a tener de nuevo comunicación por las benditas redes sociales, una vez que nos reconocimos en donde nos preguntamos: ¿eres o no eres tu?, nos contamos lo que habíamos hecho, nuestro desempeño profesional-laboral, ella ya tenía una pequeña de 8 o 9 años, y vivía felizmente al lado de su esposo, noticias que me dieron mucha alegría, incluso me preguntó dónde podía mandarme la invitación de su boda religiosa, pero el “trabajo” me impidió asistir a esa ceremonia que para ella era muy importante. 
 
Y entonces apareció este bicho que no da tregua, en mayo-junio del año pasado de nuevo charlamos, le pregunté cómo estaba ella y su familia, me dijo que bien, pero una vez que pasamos de esos convencionalismos, me confesó que padecía de otra enfermedad que de no ser tratada con prontitud, su tiempo de vida se acortaría, la noticia me dejó sin habla, los dedos se me entumecieron, la boca se me secó, y ligero escalofrío me invadió, ante ese tipo de noticias, se pierde el sentido común aunque se intente ser ecuánime, la situación financiera, la pandemia y tantos otros factores dificultaron mucho el tratamiento, mantuvimos la comunicación a distancia y quedamos en que ¡Cuando pase esto, hay que reunirnos! 
 
Casi a finales del 2020 le mande un mensaje pero no recibí respuesta inmediata, pasaron los días y ya con alguna preocupación revisé su perfil y entonces ese ligero escalofrío se transformó en una enorme tristeza mi amiga Dulce falleció, habían pasado ya varias semanas de eso y… ¡bueno! Lo único en que atiné en hacer fue dejar un sentido pésame, en mi recuerdo queda las mañanas después de asistir a la clase de inglés en en el Centro de Idiomas de la FES Acatlán, platicábamos de cualquier trivialidad antes que ella entrara a clase y yo me dirigiera a la biblioteca. 
 
¡Querida Dulce!, ya estás en un sitio mejor, los que nos quedamos en este trajín aun tenemos compromisos que cumplir. 
 
Flavio Hinojosa Contreras era el típico chilango, aunque parte de su infancia la pasó en España, a su regreso al país se avecindó en Lomas Verdes, Naucalpan, Estado de México, la primera vez que lo ví cuando yo era editor de la sección de deportes de un diario de Oaxaca, él traía la pinta del DJ Moby, aunque el género musical que el neoyorkino promovía no era de su agrado, el caso es que ese ‘look’ que mantuvo durante los años que convivimos en esa entidad del país. 
 
Su tarjeta de presentación fue una exposición fotográfica en la Casa de la Cultura, tras esa muestra llegó al diario y le ofrecieron la plaza de reportero gráfico, las órdenes de trabajo eran tan desiguales que los “estrellitas” acaparaban ‘las mejores fuentes’, política y cultura, despreciaban las demás, Flavio lo captaron para la sección de sociales, sección en donde él se sentía cómodo, además que tenía la paciencia de convivir con la “Crem de la crem” de la Verde Antequera. 
 
En una ocasión le asignaron la cobertura en la sección deportiva fue ahí que nos presentamos, nos reconocimos como chilangos auto-exiliados en Oaxaca, condición que consolidó la naciente amistad, fue así que descubrimos gustos afines hacia la música rock, al futbol americano, pero sobre todo coincidimos en un humor corrosivo, claro, siempre sin pasar esos limites del respeto que existía entre nosotros, así pues pasaron los años y la vida profesional nos llevó por distintos derroteros, coincidimos brevemente en un naciente diario, pero él decidió rechazar la oferta de trabajo, determinación que a la larga resultó positivo porque el medio impreso en cuestión tuvo una efímera existencia. 
 
Para esa época ya mostraba un decremento físico, que no correspondía a su edad, ya en una charla me relató de una enfermedad que dañaba gradualmente su hígado, que necesitaba de un transplante situación que fue tortuosa, pues nunca se dio; el fallecimiento de su mamá fue un duro golpe para su ánimo lo cual aceleró su partida de Oaxaca, regresó por sus “chivas” y se estableció de nuevo en el Estado de México, allá por los rumbos de Coacalco, un fin de año en esas latitudes volvimos a coincidir brevemente, mantuvimos comunicación, pero un día nos atrapó un silencio cibernético. 
 
Pasaron tal vez seis, siete años o más cuando de nuevo nos re-conectamos, fue entonces que me enteré que estaba en una ‘casa de descanso’, que había estado en coma, que prácticamente se escapó de ese sitio, todo eso en Guadalajara, por decisión propia decidió vivir solo, a pesar de sus familiares, pero así era Flavio inflexible en sus desiciones, fueron tres años de estar en constante comunicación ya sea por teléfono por los medios socio-digitales, fue en esas largas platicas que me contó de su interés de hacer un viaje a tierras vikingas, su deseo era visitar Noruega, pero llegó la pandemia y todo se detuvo, su salud mermaba día con día, aunque él nunca se dio por vencido, adquirió un estricto régimen alimenticio, pero no fue suficiente ante el encierro que provocó este “piche bicho”, el viaje al país nórdico no fue posible, por obvias razones. 

El mes pasado, quien escribe esto cumplía años, platiqué con él y le dije amigo ¡Cuando pase esto, hay que reunirnos! te visitaré, así que cuídate que llegando allá vamos al mercado de San Juan para chingarnos unas tortas ahogadas y de postre unas jericallas. Así que aguanta las campañas electorales. 
 
Hace un par de semanas tras compartirle un texto, recibo la noticia: “¡Flavio falleció el 21 de mayo!”, un nudo en la garganta, un desazón en el alma. ¡Flavio amigo!, que Odín te guie al Valhalla. 
 
Dice una frase hecha que: los amigos son la familia que eliges, otra frase sentencia que: a lo largo de la vida los amigos se cuentan con los dedos de una sola mano, puede ser, yo solo sé que he conocido gente maravillosa, de todos tengo memorables recuerdos, que existen los malos momentos, ¡claro! ahí están son parte del aprendizaje digerir la hiel como la miel es parte de la chingada vida. 
 
Y un tal Jonh Lennon señala que: la vida es eso que te pasa mientras estás haciendo otros planes, y sí ¡Cuando pase esto, hay que reunirnos!, pero que sea neta porque el tiempo pasa y la vida no sigue.



Comentarios

  1. Gracias por compartir tus experiencias y memorias. Sin duda estamos en nuestro mundo, tratando de resolver situaciones que efectivamente nos olvidamos que la vida pasa... y con ella promesas y pendientes que dejamos 'para cuando la pandemia pase'. Aprendizaje queda, disfrutar el ahora, dar todo en ese ahora -que nos obsequia una vida sin reproches, sin culpas.

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