¡Maravillas!
Maravillas era el nombre de mi calle, Villa de las Flores mi Colonia.
Fue en muchas ocasiones un purgatorio, pero generalmente era un paraíso.
A los 11 años llegó una madurez que no esperaba.
Maravillas fue donde mis padres se despidieron.
Si los pueblos errantes buscaban su sitio elegido, nosotros ahí lo encontramos.
La década de los años 80 le dio color y sonido a nuestra vida en ese hogar.
Villa de las flores fue cantera de grandes amistades, las cuales hoy se han consolidado con el paso del tiempo.
Dice Chavela Vargas que ¡Los Mexicanos nacemos donde nos de la chingada gana! Un “chilango” también.
A los 11 años descubrí que no era guapo, pero si causaba curiosidad.
Blanca fue la niña me mostró su cariño-apreció con base en golpes.
Mi adolescencia no fue un martirio, ¿o sí?, lo que es cierto es que, en esa colonia, en esa calle, se construyeron grandes recuerdos.
Un día, como cualquier otro mi padre se fue por cigarros y volvió una década después sin los cigarros, entonces regresó por los cigarros y ya no volví a ver.
En Maravillas me di cuenta que no todo es futbol.
Soy fan de los Raiders, Pistones y los Bravos de Atlanta, coleccioné el Automundo Deportivo como si fueran las "sagradas escrituras"
Poco a poco percibí que leer y soñar, despierto o dormido, me ayudará a sobrevivir a la vida real.
En Villa de las Flores nació y se consolidó el ateo –gracias a los dioses— que soy.
En Maravillas surgió ese rojillo que soy.
La comezón de eso que llaman amor brotó a borbotones en mi calle, en mi escuela, en mi colonia, me di cuenta de lo maravillosas que son las mujeres.
En Maravillas me di cuenta de lo importante que es la identidad, el arraigo, la solidaridad.
Fue en ese sitio en el que me di cuenta que el rock no tiene de lo que pasa ahí y no tiene la culpa de lo que pasa en cualquier lugar.
Intenté aprender a bailar, pero mi coordinación de tronco me impidió tener esa cualidad en las diversas fiestas de la calle.
Entonces me perdí el ritmo “sabroson” por ser el ritmo duro y áspero, que dicho sea de paso también se baila.
Las posadas (fiestas decembrinas) y los Días de muerto (Halloween) adquirieron otra dimensión.
Villa de las Flores estaba en medio de sembradíos antes que la macha urbana se los tragara.
“¡No pocas veces!” regresaron algunos aventureros con bolsas llenas de elotes listos para asarlos a fuego lento, y “¡no pocas veces!” muchos de esos aventureros fueron perseguidos por los dueños de ese sembradío.
Un día estaba jugando canicas y a las escondidas, al otro día las canicas quedaron olvidadas, y el juego a esconderse adquirió otro matiz.
¿El primer beso lo robé o me lo robaron? Eran otros tiempos.
En Maravillas creció el anhelo de incursionar en el futbol, dicen que era bueno, pero “¡me chingué la rodilla!”
Fui rechazado en una escuela secundaria, la ETI pero fui aceptado en otra, que fortuna haber llegado a la “Felipe N. Villarello”
El mundo se expandía ante mis ojos, ya no solo eran los amigos y vecinos de la calle, eran personas de todo Villa de las Flores y colonias aledañas.
La escuela era uno de los sitios en donde escapabas de la realidad, estudiar te lleva a otros mundos, pero siempre vuelves, siempre vuelves.
“La Villarello” fue de Villa de las Flores una de las Secundarias de “leyenda”, yo formé parte de esa leyenda.
En la Secundaria forjé entrañables amistades.
Y de repente me di cuenta que tenía un extraño “pegue” con las chicas de mi calle, y de calles aledañas.
Yo era un adolescente inseguro, impulsivo, podía ser extrovertido en casa, pero introvertido fuera de ella.
En Maravillas de repente el monstruo del alcoholismo se hizo presente, mismo que me despierta algunas noches cuando está debajo de mi cama.
Y para huir de ese monstruo entonces empecé a prácticar ese gran vicio de la vagancia.
Villa de las Flores, sus calles, callejones, parques se convirtieron en un gran escondite no solo para mí, sino para mis hermanos, mis vecinos, nuestro mundo se expandía cada mañana.
Tuve amores platónicos, fui amor platónico, eso creo, pero todo se expandía.
Lo que parecía ser una vida normal, de pronto se vio desmoronada, ese monstruo se alimentó de los miedos y debilidades, madurar era la única posibilidad para no caer en sus garras, Maravillas, Villa de las Flores de repente se convirtió en un purgatorio.
La calle siempre fue el escape, ahí estaban los amigos, los confidentes, el refugio.
Te conviertes en ancla, en ese árbol que te da seguridad, no queda de otra, pero no pierdes esa oportunidad de poder disfrutar el viaje.
Los rostros de Maravillas, algunos eran adustos, la mayoría amables, siempre hubo una sonrisa que te hizo el día.
Cuando nos exiliaban de la calle, es decir cuando salíamos de vacaciones, nos mandaban a kilómetros de distancia de nuestro mundo, a vivir otro al cual no pertenecíamos, era como regresar en el tiempo.
Regresar a Maravillas, siempre fue emocionante, te comía la curiosidad y preguntar qué nos habíamos perdido, a veces nada o en ocasiones todo.
Cuando no te “exiliaban” todo el día era jugar, o bien salir armar cuadrillas para ir a podar los jardines de las casas, hacer mandados para obtener unas monedas para comprar frituras, refrescos y pasar todo el día en esa calle que era nuestro hogar.
Creo que fui el mejor mediocampista de contención de la Villa de las Flores.
El deporte es una fuente inagotable de amistades y desafíos, se conocen a buenos compañeros y a leales contrincantes.
Maravillas fue escenario de una peculiar competencia, Hunter la mascota de la calle y cuatro "lacras de la cuidat" corrieron a todo pulmón para saber quién era el más veloz. ¡Sí, fue Hunter!
En Maravillas escuché narraciones de épicas peleas.
En Maravillas fui protagonistas de mis épicas peleas.
En Villa de las Flores existieron bandas(pandillas) memorables.
En Villa de las Flores pocos se atrevieron a entrar a Maravillas.
Cuando nos pusieron una pinta, queríamos borrarla con plumones, nos agraviaron.
Celábamos a nuestras guapas vecinas, pero poco a nada podíamos hacer cuando ya “el amor” toca a su puerta.
Y entonces la venganza era conquistar a la guapa de otra calle, ¡já! ese tonto orgullo masculino.
Es inevitable crecer, aunque no quisiéramos, el remanso de tu calle, la isla que es tu colonia, ya es insuficiente, entonces su vagancia crece.
De todo aprende si pones un instante de atención, el cine de Villa de las Flores fue un gran escenario de aprendizajes, como lo fueron los billares.
Cumplir con la misión de ir a la panadería era toda una Odisea, y la recompensa era regresar a la calle con el pan calientito.
La familia suele ser un puerto seguro, pero también es un puerto en donde tienes que soltar las amarras para empezar a navegar, mi puerto por mucho tiempo fue Maravillas.
Dicen, que desde Villa de las Flores se pudo ver las llamas de las explosiones de San Juan Ixhuatepec en una mañana de noviembre de 1984.
Para 1985 Villa de las Flores era una isla alejada de ese terremoto que casi desapareció al entonces Distrito Federal.
Trabajé de como ayudante de un taller mecánico, cuando regresaba a la calle todo engrasado y cochambroso, me empezaron a decir Pancho, por uno de los personajes que salía en la Telenovela Quinceañera.
El monstruo del alcoholismo había ganado una batalla, mi familia estuvo al borde de la desaparición.
Maravillas fue mi terminal, porque empece a trabajar como cerillo en una Comercial Mexicana, vagué por la ciudad y sus barrios, en el Sur en Héroes de Padierna, en el Oriente en Ciudad Neza, al poniente en Tacuba y así la hice mía la ciudad, pero siempre regresaba a Maravillas.
Maravillas fue mi puerto, porque navegué en varias escuelas CBTis, Colegio de Bachilleres, finalmente el CCH y la FES Acatlán.
La bicicleta fue un medio de transporte cuando escaseaban los centavos, la hamaca fue el remanso en unas vacaciones. La lectura fue el escape a otros mundos.
Y siguiendo la tradición de Maravillas salí para hacer "el acapulcazo", por que chilango que no haga "el acapulcazo" no es chilango, o bueno si lo es, pero seguramente se perdió de risas y muchas anécdotas.
En esos tiempos Maravillas, Villas de las Flores se convirtió para mi en mi oasis, para otros en su purgatorio.
En Maravillas, en Villa de las flores, crecí.
En Maravillas, en Villa de las flores, me enamoré decenas de veces.
En Maravillas, en Villa de las flores, casi tuve mi primera vez.
En Maravillas, en Villa de las flores, estudié y me gradué.
En Maravillas, en Villa de las flores, están mis recuerdos más felices.
En Maravillas, en Villa de las flores, están mis recuerdos más tristes.
En Maravillas, en Villa de las flores, surgió mi vocación por el periodismo.
En Maravillas, en Villa de las flores, me forjó en lo que ahora intento ser, una buen ser humano.
Maravillas. Villa de las flores, no es un paraíso.
Maravillas. Villa de las flores, no es un infierno.
Hoy Maravillas ya no es la calle en la crecí, en la que crecimos
Y a pesar que tiene más de dos décadas y contando que ya no vivo en Maravillas, vuelvo a citar a Joaquín Sabina: Yo no cambió a París por mi aldea.
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