¡Cien años, Doña Teófila!

Foto: Martín Ramírez Sandoval

Los años de Cosoltepec sueñan
vagan, viajan en el aire
Y los cien años de Teófila: guitarras
acordeones, trompetas lo anuncian

Enero de 1924, hace 100 años; hace un siglo mi "Abue" llegó a este mundano mundo y dicen: no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista, pues mis dos abuelos resistieron los 100 años no sé si padecieron todos los males, pero el cuerpo que es el estuche del alma ya los hace eternos.

Hace seis años que redacté el texto de mi Abuelita, quien no solo marcó el carácter si no a toda su descendencia, hijas, hijos, sobrinos, nietos, bisnietos y tataranietos, sin duda es referente de quienes somos.

Mi abuelo Victorino cumplió el siglo, mi abuela llega a la centuria, después de eso ya todo es un viaje de ida y vuelta de vivencia, de recuerdos, de ser lo que es en la actualidad, la piedra angular de una familia que no deja de crecer y que con seguramente un siglo después en el 2124 recordarán a esa Doña Teófila Hernández García, quien se quiso llamar Teresita de Jesús, pero al final la bautizaron como la "Hija de Dios". 

100 años

Pasaste a mi lado
con gran indiferencia
tus ojos si siquiera
voltearon hacia mí

Te vi sin que me vieras
te hablé sin que me oyeras
y toda mi amargura 
se ahogó dentro de mí

Me duele hasta la vida 
saber que me olvidaste
pensar que ni desprecios
merezca, yo, de ti

Y, sin embargo, sigues
unida a mi existencia 
y si vivo cien años
Cien años pienso en ti

Y va de nuevo...

Hay personas que dejan una huella indeleble, para mi una de ellas es sin duda mi abuela, Teófila Hernández García es de los seres humanos más complejos con quien me ha tocado convivir y esa complejidad me ha dejado muchas enseñanzas, sin temor a equivocarme gran parte de lo que ahora soy se lo debo a mi ‘Abue’; ella fue y es todavía una mujer de muchos claro-oscuros, acaba de cumplir 96 años, su esencia sigue intacta, es dura, orgullosa y la menos de las veces una abuelita de película, faceta que la oculta en los rincones de su personalidad.

Hace unas semanas la visité y entre sus recuerdos que tiene míos siempre está esa anécdota en la que a ella la invitaron a una fiesta en donde se servía mole de pollo o guajolote, el que haya sido cualquiera de las dos variantes es un manjar para los paladares más exigentes, en fin para ese tiempo tenía escasos tres años y medio, mi vocabulario era limitado, se basaba en lo que lograba captar en ese proceso de empezar a articular bien las palabras, lo básico era pedir de comer, en casa de mi ‘Abue’ una de las comidas, según dice era que yo disfrutaba del taco con sal; una gran tortilla bajada del comal y aderezada con sal, en esos años para mi eso era más que suficiente. 

Así que en esa ocasión ya sentados a la mesa de ese festejo pasaron y le ofrecieron a mi ‘Abue’, a mis tíos y a mi un rico plato de mole; pero el niño, ese que fui alguna vez, de inmediato repeló el ofrecimiento y de inmediato exigió su taco con sal…

- ¡Buelita, Buelita! Yo no quiero molle. ¡Yo quiero taco con shaii! Para algunos esta expresión causó gracia y sonrisas, para mi Abuela no tanto porque casi me da un pellizco –cosa que no hizo— así que tuvo que festejar la ocurrencia de su nieto, y en el fondo, pero muy en el fondo, ha de haber dicho ¡Cállate chamaco!, o tal vez lo dijo, pero yo no me acuerdo. 

A sus 96 años y con el peso de los recuerdos encima aún me dice que, si quiero un “¡taco con shaii¡”, cuando me lo dijo no evite soltar una lagrima y esbozar una gran sonrisa, mi ‘Abue’ en efecto es una abuelita de película.  

Teófila Hernández García, según mis deducciones tiene ascendencia veracruzana, aunque ella es una mixteca 100 %, se casó con don Victorino Sandoval Espíndola (qepd), fueron padres de 10 hijos, los primeros dos fallecieron aún siendo niños, casi bebés, mi madre es la mayor, de ahí siguieron Willebaldo (qepd), Fulvia, Eustolio, Emiliano Gildardo, Hermes Pablo, Nahín Honorio y Ontina, hay una veintena de nietos, una decena de bisnietos y hasta un tataranieto, quien ya tuvo la fortuna de conocer a Doña Teófila.

Su vida según la memoria de mi madre y mis tíos fue un vaivenes, se casó joven y siguió a mi abuelo hasta donde pudo, fueron trabajadores de la presa de Temascal, allá en la Cuenca del Papaloapan, anduvieron errantes por esas lares, tuvieron la oportunidad de afincarse en  Tierra Blanca, Veracruz; pero desecharon la idea, regresaron a su pueblo y la vieron difícil; para esos años los padres de mi abuela ya habían fallecido, le dejaron como herencia unas cabezas de ganado y dice que unos terrenos, pero con sus hermanos tuvo serias diferencias así que por ese motivo hubo peleas, se creó un distanciamiento insalvable, con el paso del tiempo dicen que ese tío abuelo tuvo éxito financiero, me cuentan que algo tuvo que ver con la fundación de los autobuses AU, ¿será?, el caso es que le propuso que se fuera con ella con todos sus hijos, pero no quiso porque en el paquete no iba Don Victorino. 

De hecho, la vida de pareja no era buena; pero ella decidió quedarse, ¿era amor o miedo al qué dirán? Esa respuesta solo mi ‘Abue’ puede contestarla, aunque muchas veces se lo pregunté ella siempre evadía una respuesta directa, al final creo que si quería a mi abuelo. Pero siendo yo un infante aún vi pelear a mis abuelos por celos, ambos se celaban; en convivencias de fin de año los escuchaba cantar ambos a dúo “Las Isabeles”, “La Martina”, ahí había piropos y reclamos, escucharlos era todo un espectáculo, él cual lo tengo bien presente en mi memoria.  


Le gustaba cantar y lo hacía bien es más en una ocasión con unos aguardientes bien digeridos y degustado le dijo a uno de sus nietos que también se alinearon a su férrea disciplina militar: "Si Lola Beltrán y yo nos hubiéramos conocido, chiquito se nos hubiera hecho el mundo..."; si lo creo.

Tuve la fortuna de vivir con ella un año, según esto fue una solicitud que le hizo a mi mamá, ya que todos sus hijos habían crecido y ya nadie estaba con ella para ayudarle a las labores del campo, aunque para ese tiempo uno de mis tíos decidió hacer vida en aquella población llamada Cosoltepec --ubicada en la Mixteca baja oaxaqueña, ya casi mixteca poblana--, fue un año en el cual aprendí mucho de ellos, supe lo que es andar y cuidar el campo, convivir con la naturaleza, pero lo que más aprendí una disciplina de mi Abuela, hasta hoy día ha dejado muchos frutos, conocí su faceta dulce, la amable, pero también la dura y estricta, de ella recuerdo una frase que me dijo cuando la acompañaba a la ordeña de las vacas: para el campesino su herramienta de trabajo es el machete, para el licenciado la pluma.

Estoy seguro que muchos de sus nietos pueden narrar muchas anécdotas, como aquella donde le contó a uno que le hubiera gustado llamarse Teresita de Jesús, o al que le dijo: “ya llego el rey”; o al otro que no aguantó el rigor y decidió escapar por la noche, o aquel que lo recriminaba por comer salchichas; o como me lo contaron mis tíos hace poco que según la esposa de Luis Echeverría Álvarez, María Esther Zuno, le propuso que se fuera a México D.F. con toda su grey, que allá le daban casa y escuela a sus hijos, pero con la mano en la cintura dijo: ¡No! Porque tampoco estaba en el paquete Don Victorino.

Con mi Abuela caminé muchos kilómetros en los campos áridos de la mixteca, me contó cientos de historias, de terror, de aventura, históricas, chuscas, intentó educarme en la religión católica pero sus intentos fueron infructuosos, a pesar que me amarraba con su rebozo las manos para que no me saliera de misa, pero al final terminaba afuera jugando; los recuerdos que de ella tengo todos son agradables, los que me en su momento me causaron frustración, coraje y hasta llanto a la distancia los veo con alegría es mi ‘Abue’ y como ella ninguna, todos pueden decir lo mismo de su propia abuelita y sí haber tenido la fortuna de poder convivir con nuestros abuelos nos pone en otro nivel.

Sí, mi abuela se le acumulan los recuerdos, pero cada vez que me dice: Adán, hijo, ¡Vamos a comer taco con shaii! Se me humedecen los ojos y me traslado a esa inocente edad de los tres años.


PD.

Ya lo dijo Gabriel García Márquez: La vida no es la que uno vivió, sino lo que recuerda y cómo la recuerda para contarla. Abue tus hijos, tus nietos, tus bisnietos tienen mucho recuerdos para contar tu vida y sus vidas.

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