El último baile


Acabo de terminar de ver el documenta de los Toros de Chicago, ese mítico equipo de basquetbol, comandado por Michael Jeffrey Jordan, de la década de los años 90 del siglo pasado, sin duda me transportó a esos años en que aún era estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en la carrera de Periodismo y Comunicación Colectiva en la entonces Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán, hoy FES Acatlán.

Al ver esta serie The Last Dance de uno de los deportistas más importantes del mundo es que una de esas finales la pude ver con mi abuelo don Victorino Sandoval Espíndola, ese era su nombre, quien para ese tiempo tuvo que vivir un tiempo en casa de mi madre porque tenía un severo tratamiento en la próstata, dolencia que lo aquejó hasta el final de sus días, el hombre vivió 100 años, son personas que están construidos de esa madera que ya escasea.

Cada noche que había juego regresaba presuroso para sintonizar TV Azteca para escuchar la narración de José Roberto “Pepe” Espinoza y los gritos de Enrique Garay, quién parecía más un porrista que un comentarista, pero se soportaba, porque lo que se veía en el transcurrir del juego era de verdad épico, ganaran o perdieran los Toros.  

Así que mi abuelo quien a sus 82 años aún tejía sombreros se sentaba en la sala de la casa y observaba el juego callado, sé que lo disfrutaba mucho, no hacía comentarios, solo apreciaba el juego en silencio, estoy seguro que de haber sido posible hubiera saltado de gusto ver como Michael Jordan anotaba esa última canasta que le daba su sexto campeonato, pero ya no me tocó estar con él, desconozco si lo hizo con sus otros nietos, si sentó con ellos para ver un juego de basquetbol.

No sé si les contó que perdió un ojo por la viruela siendo un niño, y que a pesar se hizo cargo de sus hermanos, que era un señor que solo cursó hasta sexto grado, pero que esa educación le dio para tener cargos públicos en su pueblo, que cuando estudiante le gustaba el llamado ‘deporte ráfaga’ que se armó un equipo de su escuela y que fue a competir contra otras escuelas de otras comunidades, que a él no lo marcaba porque pensaba que por tener solo un ojo sano no era bueno, ¡que equivocados estaban!, él era el canastero era como: Porfirio Cadena “El ojo de vidrio” “Lo tuerto no le importaba pues no fallaba en el tiro…” . 

Y sí cuando había descanso en la serie me preguntaba “¿hijo hoy no hay juego?” ya le explicaba la mecánica de la serie, ya cuando le pedí su opinión de Jordan me dijo es un buen canastero el chavo… con eso me dijo todo, no era necesario entrar en detalles de su juego defensivo, de los esquemas tácticos, del famoso “triángulo”.

Mi abuelo como todo ser humano no fue perfecto, tuvo muchos desencuentros con sus hijos, muchos de sus nietos no le tuvieron la paciencia para poder conversar con él, en lo particular a mi contó como es que conoció al Gral. Lázaro Cárdenas del Río, el porqué le compró una canción dedicada para mi abuela, me narró algunos sus andares cuando se fue a construir la presa de Temascal allá en la zona de la Cuenca del Papaloapan, como este documental que devela un Michael Jordan con muchas pasiones, con defectos, pero sobre todo acierto, así recuerdo a mi abuelo ‘Don Vic’ que después de ese tratamiento y operación en esos años vivió 18 años más, bien vividos, hay quienes dirán lo contrario, pero yo vi a mi abuelo en plenitud, me compartió algunas de sus vivencias, lo escuché cantar, tocar la armónica y tras ver esas finales de los Toros de Chicago ante el Jazz de Utah comprendí ese gusto por el basquetbol. 

Tras ver #LastDance, la memoria me llevó esas noches en la sala de mi casa esperando ver como los Toros ganaban el campeonato mi abuelo con la mirada en la pantalla, sus manos tejiendo un sombrero y seriamente diciéndome “Jordan es un buen canastero”, entonces compruebo que el vínculo con mi abuelo es eterno.

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