El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha
Estar al borde de las lágrimas, porque culminaban las aventuras del hidalgo caballero originario de un lugar del cuyo nombre no quiero acordarme; risas, desesperación, enojo, tristeza, esas emociones salieron a flote mientras leía la magna obra de Miguel de Cervantes.
Y qué se puede escribir, que no se haya escrito sobre las travesías de Don Quijote y Sancho Panza, de la contribución a la literatura universal por parte de Cervantes, todo está escrito; música, poesía, cine, teatro, pintura y al final cada quien interpreta las andanzas del caballero y su leal escudero.
Y en efecto esa famosa frase que tantos dicen y citan: “Si los perros ladran, Sancho, es que vamos avanzando”, no está en el libro, es el efecto Mandela, que básicamente es: es decir, un recuerdo falso compartido por un grupo o colectivo. Por ejemplo: Pepe el toro nunca gritó: ¡toriitoooo!
Así que cumplí algo que podríamos decir era parte de mi “bucket list”—algo que hacer antes de morir--, a lo largo de la lectura hay muchas sentencias, frases, pasajes memorables como el que cito a continuación textualmente, vale la pena leer esa maravillosa reflexión que hace Don Quijote de la Macha.
Capítulo XVI, de la segunda parte, De lo que le sucedió a Don Quijote con un discreto caballero de la Macha.
Los hijos, señor, son pedazos de las entrañas de sus padres, y así, se han de querer, o buenos o malos que sean, como se quieren las almas que nos dan vida. A los padres toca el encaminarlos desde pequeños por los pasos de la virtud, de la buena crianza y de las buenas y cristianas costumbres, para que cuando grandes sean báculo de la vejez de sus padres y gloria de su posteridad; y por acertado, aunque el persuadirles no será dañoso, y cuando no se ha se ha de estudiar para pane lucrado (para ganarse el pan), siendo tan venturoso el estudiante que le dio el cielo padres que se lo dejen (‘que le dejen pan’ o sea ‘rentas suficientes para sustentarse’), sería yo de parecer que le dejen seguir aquella ciencia a que más le vienen inclinando; y aunque la poesía es menos útil que deleitable, no es de aquellas que suelen deshonran a quien las posee. La poesía, señor hidalgo, a mi parecer es como una doncella tierna y de poca edad y en todo extremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras ciencias (entiéndase: ‘todos otros los saberes’, todos los conocimientos y experiencias), y ella se ha de servir de todas, y todas se han de autorizar con ella; pero esa tal doncella no quiere ser manoseada, ni traída por las calles, ni publicada por las esquinas de las plazas ni por los rincones de los palacios. Ella es hecha de una alquimia (combinación, mezcla) de tal virtud, que quien la sabe tratar la volverá en oro purísimo de inestimable precio; hala de tener el que la tuviere a raya, no dejándola correr con torpes sátiras ni en desalmados sonetos, no ha de ser vendible en ninguna manera, si ya no fuera en poemas heroicos, en lamentables tragedias (en tragedias que emocionen) o en comedias alegres y artificiosas; no se han de dejar tratar de los truhanes, ni del ignorante vulgo, incapaz de conocer ni estimar los tesoros que en ella se encierran. Y no penséis señor, que yo llamo aquí vulgo solamente a la gente plebeya y humilde, que todo aquel que no sabe, aunque sea señor y príncipe, puede y debe entrar en número de vulgo. Y, así, el que con los requisitos que he dicho tratare y tuviera la poesía, será famoso y estimado su nombre en todas las naciones políticas (civilizadas) del mundo. Y a lo que decís, señor, que vuestro hijo no aprecia la poesía de romance (en lengua vulgar), doyme a entender que no anda muy acertado en ello, y la razón es ésta: el grande Homero no escribió en latín, porque era griego, ni Virgilio no escribió en griego, porque era latino; en resolución, todos los poetas antiguos escribieron en la lengua que mamaron em la leche, y no fueron a buscar las extranjeras para declarar la alteza de sus conceptos; y siendo esto así, razón sería se extendiese esta costumbre por toda las naciones, y que no se desestimase el poeta alemán porque escribe en su lengua, ni en castellano, ni aún el vizcaíno que escribe en la suya. Pero vuestro hijo, a lo que yo, señor, imagino, no debe de estar mal con la poesía de romance, sino con los poetas que son meros romancistas, sin saber otras lenguas ni otras ciencias que adornen y despierten y ayuden a su natural impulso, y aún esto pueda haber yerro, porque, según es opinión verdadera, el poeta nace: quieren decir que del vientre de su madre el poeta natural sale poeta, y con ella la inclinación que le dio el cielo, sin más estudio ni artificio, compone cosas, que hace verdadero al que dijo: “Est Deus in nobis”(Un dio vive en nosotros), etc. También digo que el natural poeta que se ayudare del arte será mucho mejor y se aventajará al poeta que sólo por saber arte quisiere serlo: la razón es porque el arte no se aventaja a la naturaleza, sino perfecciónala; así que, mezcladas la naturaleza y el arte, y el arte con la naturaleza, sacará un perfectísimo poeta. Sea, pues, la conclusión de mi plática, señor hidalgo, que vuesa merced deje caminar a su hijo por donde su estrella lo llama, que siendo él tan buen estudiante como debe ser, y habiendo ya subido el primer escalón de las ciencias, que es el de las lenguas humanas (Es la doctrina básica del ideal antiguo y renacentista de la educación: el núcleo de la formación deber ser la lengua y la literatura no los saberes especializados), las cuales tan bien parecen en un caballero de capa y espada (‘caballero que lleva el traje normal en un civil’, no un uniforme) y así le adornan, honran y engrandecen como las mitras a los obispos o como las garnachas(‘toga de mangas y cuello ancho’, propia de los altos cargos de justicia) a los peritos jurisconsultos. Riña vuesa merced a su hijo si hiciera sátiras que perjudiquen las honras ajenas, y castíguele, y rómpaselas; pero si hiciere sermones al estilo de Horacio, donde reprehenda los vicios en general, como tan elegantemente él lo hizo, alábele, porque lícito es el poeta escribir contra envidia, y decir que sus versos mal de los envidiosos, y así de los otros vicios, con que no señale persona alguna (con que: ‘con tal que’; sermones: ‘criticas sociales o morales’. Don Quijote contrapone la licitud de la sátira de vicios, de corte horaciano, a la crítica personal -que perjudiquen las honras ajenas-, se rechazan expresamente); pero hay poetas que, a trueco de decir una malicia, se pondrán a peligro que los destierren a las islas de Ponto. Si el poeta fuera casto en sus costumbres, lo será también en sus versos; la pluma es la lengua del alma: cuales fueran los conceptos que en ella se engendren, tales serán sus escritos; y cuando los reyes y príncipes ven la milagrosa ciencia en la poesía en sujetos prudentes, virtuosos y graves, los honran, los estiman y los enriquecen, y aun los coronan con las hojas delo árbol a quien no ofende el rayo (‘el laurel’, árbol de Apolo; se creía que los rayos no podían herirlo), como señal que no han de ser ofendidos de nadie los que con tales coronas ven honradas y adornadas sus sienes.
Solo me resta decir, por favor lean al Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha y emociónense con sus aventuras al lado de su leal escudero.
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