¡Ah perro!
Marley, Balto, Buck, Hatchiko, Lassie, ¡no!, no el Lassie malo (dixit Homero Simpson), Ayudante de Santa Claus, ergo Huesos, Coraje, por supuesto Cujo y tantos otros canes que han sido inspiración o protagonistas de películas, novelas, cuentos, canciones que van desde baladas, rock, corridos, trova; y por supuesto que poemas, en fin, algunos casi siempre son los héroes, de vez en cuando son los villanos, pero al final de cuentas inolvidables.
El perro sería el mejor amigo del hombre, pero el perro no tiene dinero, dice el genial Chava Flores en una de sus canciones, en lo que llevo de vida los “Firulais”, que si no lo sabían, pues yo se los relato ese nombre proviene del inglés Free of lice, es decir “libre de pulgas”, que al final derivó el Firulais, en fin así nos las gastamos al Sur de California, que dicen nunca llueve.
Y en estos momentos que aporreó las teclas, busco canciones para amenizar y que sirvan de banda sonora para este “Junta letras”, que hoy, a petición de un “Mal anfitrión”, decidí dedicarle este texto al animal que se ha convertido más que un solo en una mascota, hay quienes lo han integrado como un miembro más de las familias del nuevo milenio, les llama “Perrijos”, concepto a debatir, pero ahí están los “Chuchos” siendo testigos de la historia de la humanidad.
En fin volviendo a la música suena en la cabeza y en las bocinas: Martha my Dear, Black dog, Houng Dog, Perro negro y callejero, Pelea de perros, El perro negro, Corriente y canelo, Callejero y muchas más que hoy serán mi lista de reproducción
En mi calle Maravillas, cuadra en la que crecí, hubo perros que fueron protagonistas de aventuras, o simples testigos de los que se dicen llamarse seres humanos, que en ocasiones no tienen ni pizca de eso.
Jürguens
Era un perro de raza pequeña, bicolor de pelaje, consultando creo que era un derivado de un bichón francés, al principio este perrito estaba a cargo de un tipo, profesor del Instituto Politécnico Nacional (IPN) decía que era matemático, en alguna ocasión ahí mismo en su casa hacía una práctica de tiro, sí, sacaba un arma y ponía como blanco algunos muñecos de plástico, los vecinos pues no le podían decir nada, finalmente estaba en su casa, por lo tanto decía el individuo: podía hacer lo que se le pegara la gana.
Con ese argumento, pues adoptó o compro al pequeño Jürguens, que obviamente como cachorro es agradable, el problema es cuando crecen y dejan de ser simpáticos, por lo que se requiere de atención, sobre todo de responsabilidad, pues el susodicho empezó a maltratar al pobre can, que lloraba lastimeramente por los golpes que recibía; pocos o nadie se atrevía a decirle algo por temor a que sacara la ‘fusca’, el perro huía el tipo más enfurecía, pero Jürguens regresaba, con la idea que su dueño cambiara, cosa que no ocurrió, así que la calle se convirtió en su casa, los vecinos lo alimentaba, le proporcionaban, agua, hasta que un día definitivamente no volvió, lo cual enfureció al mentado Profesor, quien lanzaba improperios en alemán.
Una vez trató de recuperarlo, pero Jürguens se escondió debajo de un auto; el dueño del vehículo, El Pilón, quien sostenía cierta amistad con el “interfeuto” evitó que se lo llevara, y lo adoptó a los pocos días, apareció bañadito, con un nuevo corte, ya tenía casa y alguien lo alimentaba y cuidaba, pero vago como era su espíritu siempre andaba olisqueando todos los rincones de la calle, evitaba su antiguo domicilio, si reconocía a su agresor prefería correr.
Jürguens dejó este canijo mundo ya como un anciano, cada que podía recorría la calle a paso lento, de vez en vez le ladraba al domicilio donde llegó por primera vez a Maravillas, aquel profesor se mudó, que bueno para todos, en especial para ese pequeño can que tuvo que vivir maltratos, como bien lo canta Alberto Cortés: Era callejero por derecho propio; su filosofía de la libertad / fue ganar la suya, sin atar a otros / y sobre los otros no pasar jamás.
Hunter
Según la puntual consulta Hunter era de raza Jack Rusell Terrier, blanco, y bastante juguetón, su dueño Lalo, el Chilis, también lo llevo de cachorro, a diferencia de Jürguens Hunter si lo trataron bien, recibió cariño, fue mimado, pero su carácter aventurero lo hizo un habitual transeúnte de la calle, cada que salíamos a jugar, ahí estaba, esperando ser parte de la cascarita, aunque nunca lo elegían, le valía madres y jugaba para ambos lados de la improvisada cancha.
Pero cuando la cascara era contra los Nerds de la esquina, solo observaba como los goleábamos, nos acompañaba en nuestras vagancias, en ocasiones lo perdíamos de vista, pero cuando regresábamos a Maravillas ahí están, parecía que nos esperaba, los perros de otras calles, generalmente más grande que él, se lo atacaban, pero Hunter no se amedrentaba y les hacía frente.
Le construyeron una confortable casa de madera, pero no dormía ahí, salvos los días de mucho calor, era la zona de refresco, por las noches se colaba entre los barrotes de la casa del Chilis, para que vagar, era el velador, recuerdo en una ocasión que, en una de esas épicas borrachera de adolescente, ya con el alcohol a tope, mis compas y yo decidimos echar unas carreritas, sin más Hunter se unió a la competencia. Por supuesto que derrotó a ese ‘pokar’ de beodos adolescentes que solo reían e iban haciendo por que el gran Hunter cruzó la meta em primer lugar. Si una vez lo atropellaron, estuvo en recuperación por un mes, pero luego volvió a las andadas con la banderola, en una ocasión nos acompañó a un gran terreno que le nombrábamos el llano, porque según entrenábamos para integrar un equipo de futbol, creo que era la primera vez que sus ojos perrunos veían un inmenso espacio y empezó a correr como desaforado, era sin duda el disfrute de la libertad. ¡Qué perro!, pero que noble animal /¡que perro! nunca se ha de olvidar.
Güero
Antes de Amores perros, yo vi una pelea de perros. Era una tarde soleada de noviembre, como a las cuatro de la tarde cuando llegaron dos gandules en un ‘vocho’ azul marino, ahí estaban todos, los chamacos de 11 o 12 años, los adolescentes de 15 o 16 y los baquetones de 20 o 22 años, es decir estaba toda la banda de Maravillas, ahí estaba Mario ‘El Padrino’, un tipo güero bigotón afectado por las cicatrices del acné, flaco, todo desgarbado, pero eso si a cualquier provocación se alistaba para tirar madrazos.
Los del vocho no tenían una pinta de ‘pajecitos’, de inmediato se dirigieron a Mario: ¡Qué onda Padrino! Vamos a topar a nuestros perros… todos sin temor a equivocarnos sentimos curiosidad y mucha expectación ¡Va! Contestó Mario y se metió a su casa, en lo que los Pajecitos del vocho abrían la cajuela y sacaban a un jadeante bull terrier negro con pechera blanca, unos segundos después apareció el Padrino con El Güero un también un bull terrier dorado, no gruñía, parece que su instinto lo tenía preparado ese momento.
Güero también llegó de cachorro, pero también no en buenas manos, desde pequeñín Mario lo adiestro, le fortaleció las mandíbulas, lo alimentó bien, por lo que pronto desarrolló sus músculos, sin embargo lo tenía confinado a un espacio de apenas de 3x2 metros, ahí solo Güero solo veían el sol, no había plantas, solo el vil concreto, le dejaban agua, alimento y así se la pasaba, los balones o pelotas las correteaba, pero a diferencia de Hunter que jugaba, éste las destrozaba, si ponchó 10 balones fueron pocos, su carácter se hizo parco, obviamente dejó de socializar con los humanos, salvo con Mario que cuando lo sacaba a pasear siempre tenía que ir con cadena para que no se escapara y atacará a cualquier otro can que se le acercara, una vez lo intentó Hunter que no se acobardaba ante nadie, pero esta vez logró esquivar la dentellada que iba directo su cuello, además Mario tiro de la cadena y Güero no logró su cometido, mientras Hunter retrocedía ladrando.
Tanto el Padrino como uno de los Pajes azuzaron a sus perros agarrándolos entre el cuello, la cabeza, fue cosa de segundos, los ahí presentes todos solo nos hicimos a un lado, para que ver el salvaje momento, sin ladridos, sin mucho gruñidos soltaron a los perros y se atacaron despiadadamente, el negro se le fue a las patas al Güero que lo esquivó y le dio un empujón para lanzar una mordida a la oreja de su contrincante, que logró rasgarle, éste reaccionó y logró encajar los dientes cerca del hocico del Güero.
No sé pero la adrenalina de los mirones, de los canes, todos estábamos mudos, asombrados viendo ese sangriento espectáculo, reaccionamos cuando Mario gritó: ¡Órale pinche Güero!, entonces empezamos a echarle porras al can, como si nos entendiera, tal vez si, por que logro atrapar el cuello de su rival, que a la par casi hizo lo mismo, una batalla mortal que duró un minuto tal vez, tal vez más, tal vez menos, pero sentimos o sentí que fue eterna, ambos perros no podían hacer más se quedaron trabados, como se dice en el “argot” de ese sub mundo, los dos contendientes tenían heridas en las manos delanteras, en las patas traseras, en su rostro, jadeaban, gruñían.
Uno de los Pajecitos le dice al Padrino, ¿tienes un cuerno? Quien responde ¡Nel!, sirve una ‘estilson’. Si con eso lo intentamos; de esa manera separaron las quijadas de los perros, sobre todo de aquel que estaba más cerca de la zona más sensible, el Güero era quien estaba más cerca de una zona vital, por tanto, había ganado, ¡qué absurdo! El otro Paje pedía otro round, para definir claramente al vencedor. Creo que a Mario le llegó un destello de humanidad y les dijo que no, que por esta vez el Güero ganaba, que ya la revancha será en otra ocasión. Son de las pocas veces que vi a Güero mover el rabo, y recibir caricias de su inconsciente dueño, quien obviamente le hizo curaciones, lo mimó por unos días, lo alimentó y lo cuidó como se debe de cuidar a un amigo, pero fue unos días, porque pronto volvió a la dinámica de siempre, siguió ponchando balones.
No supe cómo pasó sus últimos días el feroz Güero, me enteré años después que se lo habían llevado a una casa más grande en fin espero que este como Cancerbero esperando a Mario para darle un pequeño susto. En un pueblo de Guerrero/Hubo una pelea de perros/Le sobraba rabia al Pinto/Y no le faltaba al Negro
Huesos
Tenía un extraño caminar, después que lo atropellaron, parece que siempre iba en diagonal en un trazo de 75 o 70 grados, Huesos era un Border Terrier, popularmente conocido como ratonero, era color canela, muy noble y vago como su dueño, o sea yo, fue un buen guardián de la casa a pesar de su tamaño, era muy escandaloso, por lo que si algún amante de lo ajeno que por lo general buscan silencio para cometer sus fechorías pues con Huesos ladraría hasta que se desistieran, tal vez su mordida no iba a ser letal como la de Güero, pero pues nadie quiera exponer las carnes ante un leal velador como lo era Huesos.
Un día mi hermana llevo a este nuevo integrante de la familia, pronto se incorporó, pero fue todo un reto educarlo, no controlaba su vejiga y esfínter por lo que la casa siempre estaba inundad por esos olores, cuando intentábamos que durmiera en el patio trasero, lloraba casi toda la noche, obviamente molestando a los vecinos, pero poco a poco se educó, recuerdo que una vez se comió un billete de 100 nuevos pesos, que eran para mi pasaje de la semana.
Los perros como los seres humanos convergemos en ciertas etapas de vida y de conducta, claro todo esto sin llegar a ese punto de querer “humanizar” a los Firulais, Huesos, tuvo su etapa de infancia, adolescencia, juventud, adultez y ancianidad; fue en la fase de juventud cundo te revelas a medio mundo que Huesos desapareció de la casa casi por un mes, ya lo dábamos por extraviado, incluso pensamos que ya había dejado este mundo y se había ido al Cielo de los Lassies, pero no un día apareció, con una mirada de culpa y arrepentimiento es como si se hubiera ido por los cigarros pero regresó sin ellos, venía todo sucio, mal oliente, pero moviendo el rabo de saber que en casa lo recibieron, después de esa ausencia Huesos ya le bajó el ritmo a su desmadre. Ya solo iba al mercado de los sábados a vagar a provocar a otros perros más grandes que él, lo perseguían, la mayoría de las veces siempre escapaba por un pelo.
Recuerdo una ocasión que regresaba yo de mi jornada sabatina de trabajar mesero, y que junto con otros colegas del oficio decidimos, acabar con un brandy Azteca de oro , como casi siempre, beber hasta que amaneciera, éramos cinco o seis, por lo que las risas, las anécdotas, nos hacía desfallecer de cansancio ya se por el estrés de la semana, o por lo que estuviéramos pasando, esa ocasión todos se despidieron temprano, tres o cuatro de la madrugada, porque según tenían partido unas horas más tarde, era ya domingo, el caso es que yo me quedé, escuchaba tranquilamente las canciones de José José, en esa ocasión no llegué a mi cama, amanecí atrás del sofá de mi sala, y el Huesos a mi lado, no sé si estaba pendiente de mi respiración, cuidándome; a lo mejor solo buscó calor en esa madrugada.
Huesos fue psicólogo, compañero de estudios, comparsa de varias desveladas, guardián de la casa, come billetes, niñero, vago, sobreviviente tras ser arrollado por un auto. Terminé mis estudios profesionales en la FES Acatlán y emigré de Villa de las Flores, regresaba cada fiesta decembrina o en algún periodo vacacional, me recibía con severos ladridos, luego me reconocía y me ofrecía su incondicional cariño, pero un día me avisaron que el buen Huesitos, había ya entregado el equipo, fue un día triste cuando te enteras que un buen amigo se despidió de este mundo, estoy seguro que el Huesos está esperándome para guiarme en el Mictlán. Tengo que rodar por la gran ciudad/ La gente se espanta al verme pasar/ Tengo que rodar y rodar y rodar rodar/No tengo conciencia ni tengo edad.
Epílogo
En la calle hubo más canes que fueron parte de la historia de Maravillas; Moustrilia, aquella Bull terrier, que era todo un show verla correr tras la pelota para llevársela a su dueño, Rubén el Moustro, y Guille su hermanita. El Oso y la Preisy, que cuando murieron pusieron muy tristes a mis amigos Chapo, René y Elena, que casi estuvieron en luto un mes. En casa después del Huesos han llegaron Cleofás, Ampolleta, Mimosa, las tres poodle, que han acompañado a mi madre y que han sido viajeras de estas mudanzas, este trío de caninas ya pasó a mejor vida, fueron una gran compañía, hoy tenemos a Coco, que se recupera después que un conductor idiota la atropellara, pero espero que el Güero lo espere allá con Cancerbero.
Comentarios
Publicar un comentario