Hasta el cansancio


¿Quién no lo ha hecho? Creo que todos, o todas, es algo hasta natural, beber por una decepción amorosa. 

Dicen los que saben que el mundo entero, en estos casos, bebe para olvidar, pero el mexicano bebe para recordar; y ahí está en cantinas, piqueras, baqueta o donde sea tratando de acabar el alcohol. Masoquismo que va acompañado, invariablemente, por música, si no es así, como que no sabe el dolor. 
 
Pero no se trata de echarle sal a las heridas, y vaya que son muchas, y menos sin alcohol. En este andar la música es esencial, es catalizador de muchas emociones, en la mayoría de las ocasiones es un bálsamo y por una u otra razón nos ayuda a desintoxicarnos. 
 
En los anales de la radio han ocurrido sucesos que asombran, que en el momento que ocurrió, obviamente es el escándalo, en los lejanos años 60 del siglo pasado la canción Loui Loui, original de Richard Berry, que tuvo su mejor versión por The Kingsmen, la cual fue investigada por el FBI por presunta obscenidad en sus letras. La investigación terminó sin ninguna penalización. Esta canción es una de las versionadas en la historia de la música, hasta por los Simpsons. 
 
Fue por ese motivo que esa rola, fue obligó a un DJ (programador de radio) poner esa canción una y otra vez todo un fin de semana, leyenda urbana, tal vez sí o tal vez no. 
 
En la radio mexicana especialmente la del extinto DF, Rock 101, que hoy navega en la red bajo la dirección de su fundador Luis Gerardo Salas, hoy ácido crítico de la 4T --¿¡Pues que pasó!?--, un fin de semana, programó Stairway to heaven de Led Zeppelin, y no, no terminé odiando la canción. 
 
Ya fuera de la radio, uno de mis hermanos en su época ‘caifanesca’, repitió hasta el cansancio la rola de Los dioses ocultos, obviamente composición de Saúl “ex Chato” Hernández, por momentos pensé que andaba en un viaje con hierbita vaciladora, pero no, no percibí el aroma de la pachequessssss. Y al final la canción terminó por agradarme, ahora es parte de mi playlist. 
 
Y pues teníamos que llegar a la fase etílica, no se puede obviar, uno de mis tíos quien hace años ya descansa tres metros bajo tierra acudía con guitarra en mano a la casa de mis abuelos maternos, obviamente bajo los humos del aguardiente, el niño es risueño y le pican la panza pues a cantar, mi abuelo afinaba su armónica, mi abuela se esclarecía la garganta y sonaban las coplas de Las Isabeles y La Martina, una y otra vez, era dedicación, duelo, reclamo, que maravilla que tenga en mi memoria ese gran recuerdo. 


En una ocasión, otro de mis tíos que llegó de un largo viaje desde donde dicen que inicia la patria, también ya venía con algunos grados etílicos en la sangre recuerdo que puso una y otra vez hasta que el sueño lo venció Mi buena suerte de los Tigres del Norte, cada que lo veo resuena en mi cabezota esa parte que dice: Antes de tu llegada Mi vida Desdichada Era sufrir y sufrir Cómo amuleto Prendido al pecho Te llevo cerca Del corazón Mi medallita Mi escapulario Dame por siempre Tu protección. 
 
Ya en lo que se refiere a mí, bueno ha sido la locura ha sido tanto ebrio como sobrio. Y no siempre por decepción, ha sido por desmadre, por tratar de desentrañar lo que en ese momento sonaba. Una de esas rolas fue Tres regalos, autoría de Güicho Cisneros e interpretada magistralmente por los Dandy’s pero interpretada por uno de mis grandes compas, el Dr. Arturo Juárez García, no sé si la tocaba correctamente, o si era afinado o no, pero esa se la solicitaba una y otra vez, y pues me complacía, ya con el tiempo en una ocasión escuché al legendario musicólogo Jaime Almeida que esa canción fue dedicada a una reina de belleza que le regalaron un viaje a Acapulco: 
Yo que soñé con tener una reina (el concurso de belleza) 
Sólo basta una sonrisa (obviamente ganó) 
Para hacerte tres regalos (los premios) 
Son el cielo, la luna y el mar (Viaje en avión, una noche en Acapulco) 
Sí, en efecto le quitó todo ese romanticismo que seguramente muchos dedicaron en serenatas, pero bueno, eso no quita que a mi compa le haya pedido una y otra vez dicha rola. 


Unos años después, con otro gran amigo, con quien coincidí con los gustos musicales, además que me instruyó en la historia del rock clásico, Alberto Palafox Medina, nos reuníamos cada fin de semana en su casa para convivir, beber, platicar y obviamente debatir sobre los gustos musicales, pues bien con él, su hermano, cuñado repetíamos canciones una y otra vez, me acuerdo mucho de El golpe traidor de los Saylors, Cuándo nadie te quiera (que por cierto es una composición de José Alfredo Jiménez Sandoval) de los Barón de Apodaca, pero la que se lleva las palmas es Eleanor Rigby de los “sobrevalorados” Beatles, pues amanecimos con esa canción por que la programamos para que así sucediera, con el alcohol corriendo por las venas pues desentrañamos la sección de cuerdas, la historia que narra Paul McCartney, el "Bitol fresa", los coros, en fin sobra decir que es una de mis rolas preferidas de “Los Bicles”. 

 
Y el tiempo siguió su curso, ya instalado en etapa ‘meseril’, después de una ardua jornada, con poca propina, pero con hartas ganas de beber, con “Oh Capitán, mi capitán” Luis Enrique Suárez Camacho nos trasladamos a la casa de Memo “El hot Príncipe”, ahí además de evaluar lo acontecido la recién terminada labor, empezamos a escuchar música como es obligado además de echar copa, ahí el anfitrión puso una cinta grabada con los música del movimiento rupestre, pero se le ocurrió poner el Beck´s Bolero y así amanecimos con esa magnifica versión del Bolero de Ravel en las cuerdas del hoy extinto Jeff Beck, hasta que “Oh Capitán, mi capitán” al ver que se acercaba el “Güero” se retiró porque según tenía compromiso pambolero, antes de retirarse tuvo que ayudarme a que no me rompiera la jeta tras devolver el estómago abundantemente. 
 
Y hablando de “Güeros” ¿trae pomos?, la risa no se hizo esperar, esto ocurrió unos meses después, el autor de esta frase es conocido por la banda meseril como el Compadre, los más allegados le dimos el grado de “Mamarracho Mayor”, Oscar García, casi una calca lo sucedido líneas arriba es decir terminar la jornada, tener hartas ganas de beber, pero ahora el escenario fue mi domicilio allá en la mítica calle de Maravillas, para esto creo que yo había enterrado una botella de Bacardí Solera en mi jardín, ‘quesque’ para que agarrara más añejamiento, al final terminamos acudiendo con ‘Don Rich’ en la ‘vinata’ y adquirir otra botella, pero antes de su inmortal frase, la rola que se repitió una y otra vez fue Una palomita del inmortal Rigoberto Tovar González, Rigo is Love, de repente se ponía otra melodía, pero volvíamos a la interpretación del oriundo de Matamoros, algún día, tal vez no muy lejano, contaré porque la obsesión por escuchar dicha rola… ¿Y el Güero? Bueno tanto “Oh Capitán, mi capitán” como otro ‘interfeuto’ que llamaremos ‘Peluchesssssssss’ anunciaban casi cada 15 minutos: ya viene el Güero, y ya viene el Güero; ya intrigado del porque tan insistente anuncio pregunto de manera inocente y honesta, solo para saber a que atenerse: ¿y ese Güero trae pomos?, no recuerdo si hubo zapes, si 'andovazos', pero sin duda muchas, pero muchas risas. 

 
Ya alejado de esos ámbitos, ya instalado en mi época de reportero-editor-fotógrafo-e-incipiente-escribano llegue a la Verde Antequera, pues bueno en ese recorrido de la vida conocí a otro gran camarada, Omar René Santiago Ricardez, músico y obviamente melomano, además de desafiante de las piedras de cantera a quienes no dudada de cantarles un tiro, él aunque desprecie la música regional, el escucha encerrado en su habitación, por el conocí Par de anillos del grupo Viento y sol, ya en esos tours nocturnos por las calles de la Colonial Oaxaca, junto con valedor Adolfo Sánchez López, nos instalamos a un costado de la Iglesia del Barrio de Jalatlaco, ahí tras tratar de resolver el rumbo del deporte oaxaqueño, del análisis de la historia ¿de dónde venimos, a dónde vamos? Por alguna razón la canción en cuestión fue el corrido de Gabino Barrera, una y otra vez hasta que las señoras que acuden a misa nos miraron feo y tuvimos que irnos del lugar. 

Ya en otro escenario, en uno de esos centros de sano esparcimiento, conocido como La Habana, otro buen amigo Alexandro Galaviz, además de toda la redacción nocturna de El Imparcial de Oaxaca, acudíamos a gastar la quincena con las damas del lugar, así que una vez que se terminó el servicio, es decir el “Güero” ya iluminaba las calles de la ciudad nos complacieron varias veces con esa melodía de Hoy tengo ganas de ti composición e interpretación de Miguel Gallardo, claro dedicada a las damas que hacen su mejor esfuerzo por soportar a beodos como los que acuden ahí a gastar su quincena ¡Salud por ellas! 
 
Y bueno volviendo al masoquismo de recordar en vez de olvidar, en soledad, pues en mi caso, según yo en la fase para ya madurar, pues siempre se presentó esa etapa de la “decepción”, Morir de amor, diría Miguel Bosé, en una de esas muchas, tras ser bateado majestuosamente por una bella dama, pues lo que hallé fue una botella de Don Julio y bueno la rola que me acompañó hasta amanecer fue el Último trago, pero interpretada por Javier Calamaro un video en el Festival de Río de San Luis, Javier narra la historia de la canción que supuestamente es dedicada por el maestro José Alfredo Jiménez a su tía Anita Calamaro, tiene un extraño encanto la rola y la manera que la interpreta pues así me la pasé toda la noche hasta amanecer, a pico de botella hasta que dio la hora para ir laborar, con los efectos del alcohol, a pesar de tratar de diluir la borrachera con chilaquiles, bebidas rehidratantes, el abrasante sol, provocó que mi loción ese día fue “Don Julio número 5”. 

 
Y siguiendo con ese masoquismo, recordar en vez de olvidar, está vez mientras editaba la sección de deportes de un fugaz diario, sobrio, pero terriblemente adolorido, me coloqué los audífonos y repetí durante las seis horas o un poco más Amores como el nuestro de Jerry Rivera, aunque yo lo conocí primero con el Grupo Niche. Lo que sea esa rola describía según yo lo que en ese momento me ocurría, lo que hace el dolor. Y bueno los compañeros a mi alrededor se dieron cuenta, pero pues nada decían, no les daba espacio para ellos, así que gozaron de mi autoflagelación musical. 
 
La última canción que fue parte de ese repetir, de ese eterno loop, fue El perico y yo, narración que ya compartí en este blog la cual me hizo hasta bailar en la TAPO; fue solo por gozo, sobrio, ante la mirada de todos los pasajeros, en este mundo de cordura, la locura es lo más normal. 
 
Y bueno cómo no vamos a tener esa educación musical masoquista si en alguna ocasión escuchamos esa copla llegadora que interpreta Vicente Fernández: Tóquenme mariachi otra vez la misma. Esa que me llega hasta el corazón. El abandonado, toquen la de nuevo. Tóquenme diez veces la misma canción. ¡Claro! La misma. 

Hay más canciones que recuerdo haber escuchado hasta el cansancio en compañía de buenos amigos o en esa bendita soledad, por ejemplo. 

Por ejemplo en una larga velada en la casa de Lalo González y otros amigos y amigas que tratábamos de entender por qué José José no ganó ese Segundo Festival de la Canción Latina con esa maravilla que es El Triste o porqué caramba palomea Jay de la Cueva con los Ángeles Azules en el Vive Latino para tocar 17 años, y así me puedo seguir con Cuatro cirios con el buen Marco Aurelio Velázquez, Carta de Néstor de los Terrícolas con el inigualable ‘Cachitasssss’, René Núñez Mote, o ya en el aislamiento total con los audífonos puestos para evitar los ruidos, llantos, o incomodas platicas en el autobús, Hay un mar de Cornelio Reyna, El ausente de Lorenzo de Monteclaro, Rain on the window  de Nazareth o Rock Hard de Suzi Quatro, que me lleva a las calles de Neza. 
 
En fin rolas que escuché, escucho y escucharé hasta el cansancio ¡Qué no! No  son para olvidar, son para recordar, siempre para recordar.



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