¡Mi bici!


How could I forget to mention the bicycle is a good invention 
Make it up makin you my business 
A funny buttercup but I let her forgiveness 
Happy days but sad I'm facin 
Heaven knows that I'm on the case 
How could I forget to mention the bicycle? 
Bicycle song /Red Hot Chilli Peppers 

Pedaleaba lentamente, no había prisa, nadie lo esperaba, solo imaginaba la convivencia con la banda más tarde, era la cena de fin de año, música, risas y mucho alcohol, ya se imaginaba todas las ocurrencias que se esperaban en esa velada, sin transeúntes iba por la acera, fue en un parpadeó, fueron milisegundos cuando se vio –cómo no lo sé-- en cámara lenta sobre el cofre-cafre de una patrulla, que salió a toda velocidad. 

Voló algunos metros, la bicicleta también, y la imaginación, bueno vio pasar toda su vida en unos instantes, lo bueno es que ya había experimentado las mieles de la vida sexual, con quién, los caballeros no tienen y no deben tener memoria a menos de… cayó aparatosamente, en ese instante la adrenalina, pero sobre todo el saber que se iba a perder la 'beberecua' de la noche, anestesió cualquier dolor. 

Por unos momentos, que pareció una eternidad, vio el azul pardo de la tarde, vio pasar las nubes a gran velocidad, el motor de los autos aceleraba como los latidos del corazón, respiraba, sí, exhalaba, sí, cuando de repente escuchó a lo lejos la voz del oficial celoso de su deber, era un gordito con un ralo bigote, que sudaba frío, espantado repetía: ¡estás bien chavo, estás bien? Al momento que lo revisaba, para ver si estaba sin ninguna lesión, no había lesión de gravedad, ni heridas que lamentar, solo el orgullo magullado, ¡estás bien chavo, estás bien? Repetía, solo un lastimero y preocupado lamento dijo el atropellado: ¡mi bici! 

Y es que ese vehículo era préstamo de un valedor que un día pasó por su casa, venía de ver a su morra, que vivía en un barrio más alejado, así que como le ganó la tarde decidió dejar la “cicla” con su ‘compa’, no sin antes disfrutar de unos botes, para luego retirarse a su cantón que estaba a casi una hora en pesero. 

¡Mi bici!, volvió a repetir, al tiempo ‘la parejota’ del conductor-uniformado celoso de su deber, al ver tal preocupación de inmediato buscó las herramientas, para enderezar la llanta delantera de la ‘bicla’, que había sufrido las consecuencias del incidente; una vez que recuperó el aire, que la sangre volvió a recorrer todas las venas del cuerpo, logró sentarte mientras azorado veía como los guardianes del orden trataban de enderezar el rin de la llanta. 

No sé, pero hoy día el atropellado sería objeto de una fuerte reprimenda, por conducir en la banqueta, en sentido contrario, sin casco y sin los aditamentos que hoy son necesarios para manejar dicho vehículo. 

Ya se iba a incorporar, pero el guardián celoso de su deber lo detuvo unos segundos más ¡tranquilo chavo, tranquilo, estás bien? Atinó en revisarse y no sintió dolor alguno y dijo: ¡estoy bien!, ¡mi bici!, volvió a lamentarse. Tranquilo ahorita queda. 

¿Te llevamos a tu cantón, dónde vives? Agregó “el parejota”. 

No había sido grave, pero los “guardianes celosos de su deber” se apiadaron del incipiente ciclista que sin deberla ni temerla voló por los aires, ellos salieron a toda velocidad tal vez vieron a un bólido sin placas y vieron la oportunidad de lograr la cuota del día, era sábado había harta sed, pero sus planes se vieron obstaculizados y la presa, bueno mejor dicho el infractor siguió su veloz andar sin enterarse siquiera que estuvo a punto de escuchar ¡cómo le hacemos joven?, bueno eso me han dicho que muchas veces dialogan uniformado y conductor. 

Ya de pie, con el orgullo maltratado, recibió unas palmadas en la espalda, ¡seguro estás bien chavo, seguro estás bien? Solo asintió con la cabeza no montó de inmediato su abollado vehículo camino unos metros más para luego subirse a los pedales, se notaba el desbalance de la llanta, es decir estaba chueca, manejó más despacio por las calles, evitando los vehículos que presurosos iban a su destino. 

Llegó a su cuadra, algunos niños jugaba, observó a una de las tantas vecinas que le gustaba, pero bajó la mirada, creo que se le notaba la palidez, se había olvidado de la convivencia de la noche, así que arribó a su domicilio, se encerró en su habitación, se recostó en su cama, encendió la radio, y dormitó por unos minutos, en ese breve lapso de sueño hizo el recuento de lo sucedido, al final le dio risa y coraje, ahora tenía que hacer el gasto para arreglar la llanta, para que su compa no le la hiciera de jamón con un queso que nunca merma (chiste local), en eso estaba viendo como una araña se columpiaba en su columpio de seda cuando escuchó la voz de uno de sus compas: ¡Shaaaaaaac! 

Era el Capi, quien acompañado por Juan --¿Chico?, ¡Sí Chico!--, iban para llevarlo a como diera lugar a la convivencia, se negó en un principio, pero lo convencieron que había ‘bacalao sin espinas’ para todos, así que eso lo animó, les contó la peripecia y lo único que atinaron a decir “¡pinches polis hijos de la…!” ¿y tu bici?, valía madres el bienestar físico del “interfeuto”. 

En fin el trayecto al famosísimo Hawaii 07 fue breve, como breve fue la seriedad de lo acontecido, cuando llegaron ahí estaban: el Cachas, el Compadre, el Peluches, Mimoso, Valeli, Marquitos, el Pipo, Jo, el Sabroso, el Chapo, quien había sacado a varios del fango de ella gavilla, se incorporó más tarde, quienes escucharon la aventura para luego reírse del relato y de lo acontecido, de vez en vez se ponían serios, pero era porque degustaban de su bebida barcardí-tehuacan-hielos-unas-gotas-de-refresco-de-cola, se le conoce en jerga de las cantinas como: “pintadito”. Esa noche por la madrugada una vez que el convivió finalizó, se prosiguió en el domicilió de uno los asistentes en donde la charla era tratar de arreglar este mundo teníamos de fondo Beck’s Bolero que repitió infinidad de veces hasta el amanecer, ya casi al alba el “Ciclista” sacó la bilis, además de la cena de la velada, era la suma de una larga jornada que inicio con el vuelo sobre un cofre de una patrulla. 

Meses después su Compa regresó por su bicicleta, que ya había sido restaurada, no había señales de ese incidente; y en ese lapso ates de devolverla en dos ocasiones fue a la escuela donde estudiaba, anduvo por diferentes rutas con otro individuo que deseaba bajar de peso con unas pedaleadas, volvió a caerse a causa de los conductores que abrían la portezuela del auto sin observar que viene un ciclista, o pasaban los carros casi rozándolo en la calle, raspones --muchos--, pero no de gravedad; dolores, calambres. Y eso ocurre en la actualidad con todo y ciclovías, reglamento de tránsito, es más parece que existe más aversión hacía quienes pedalean por las calles de cualquier ciudad ¡en fin!

Muchos años después, ahora de nuevo aquel ciclista anda en bici, se ha caído y se ha levantado de inmediato para evitar las burlas, ya no hubo promesa de una cuba-pintadita, los raspones y el dolor le duraron días, no hubo “guardianes celosos de su deber”, para preguntar ¡está bien Don, está bien?, así es no es lo mismo los tres Mosqueteros que 30 años después y un ciclista menos. 

De esa velada-convivió-beberecua a muchos los puso a bailar la rola de los Beach Boys, Surfing USA, pero si hubieran puesto Do the bike que tocan The Rally Rounders, sin duda, ese ciclista atropellado hubiera sacado los pasos prohibidos como hoy lo hace.

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