¡Qué p*** calor! (Una celestial visión)



La historia dice “así fue”; la novela propone “así pudo ser" 
 Enrique Serna 

Cuentan que cuando los días son calurosos todo puede suceder; desde las desgracias menos pensadas, hasta visiones inimaginables. Pues lo segundo le ocurrió a Olaf, quien caminaba por las calles de una añeja ciudad, ahí iba como zombi, atosigado por el astro rey que no daba tregua ni bajo el cobijo de los frondosos árboles. 

Él, hizo una breve pausa para recobrar aire, se secó el sudor que le recorría por el rostro, en esos menesteres estaba cuando a lo lejos vio una celestial visión, aguzó la vista, se talló los ojos, limpió sus lentes; no podía creer lo que veía.. La diosa Venus a la vista de un simple mortal. 
 
La abrumadora temperatura de esa tarde no la incomodaba, ella iba fresca, flotaba su andar hipnotizaba a quienes posaban su vista en tal deidad; ¡sí! el tráfico se detuvo, el tiempo se pausó… esto a causa del semáforo que estaba en rojo, pero no por ello los conductores, la mayoría hombres admirados veían las curvilíneas formas, su larga y oscura cabellera, apenas en su rostro se se reflejaba el calor, su apiñonada piel resplandecía, había magia era eso o la reencarnación de Venus, Afrodita, Nefertiti o Xochiquetzal, preciosa como una flor. 
 
El calor, el calor te hace ver visiones, pero esa era tan real, que se podía tocar, ¡no! Porque puedes ser remitido a los separos por conducta inapropiada, o como dirían en el futbol americano por “uso ilegal de las manos” ¡Y como por ver no se paga! 
 
Iba a seguir su camino, pero giró 180 grados así sin más la abordó, ¿qué puede pasar? Si no me pela pues me doy la media vuelta y me retiraré lentamente, esa fue la reflexión antes de decir… 
 
--¡Hola! 
 
Ella lo observó con divertida curiosidad, con extrañeza, con sorpresa, pero no miedo; así que respondió, con una fulgurante sonrisa y … 
 
--¡Hola! 
 
El “interfeuto” en cuestión, primero quedó pasmado ante la respuesta, luego sufrió un ataque de ansiedad, seguido de un temblorina en las corvas, tras esos segundos de confusión recuperó el aire, el aplomo, pero ahora la voz no salía, tragó saliva, ya había logrado acercase, que si eso hubiera ocurrido en estos tiempos de corrección política tal vez ya estaría rindiendo cuentas en los separos de la policía municipal, pero era otras épocas, no muy lejanas, pero era distintas.
 
De repente esa voz que se negaba a salir, emergió como un borbotón… 
 
--¿¡Te puedo hacer compañía bella dama!? Lo dijo con tal aplomó que ella volvió a sonreír. 
 
--¡¡Ummm, bueno! Las deidades a pesar que son observadores de la conducta humana, poco o nada saben de como convivir con ellos; era un tipo, de complexión delgada, de estatura media, colorado por el intenso calor de la tarde, tras esas gafas había una inquieta mirada, misma que le causó confianza. 
 
--¿Y cómo te llamas? Yo me llamó Olaf, pero puedes decirme… ¡Olaf! 
 
--¡Carmen! Y no… ¡no se me perdió la cadenita con el Cristo del nazareno que tu me regalaste! 
 
--¡Ookey! Si te la sabes, ¡eh! 
 
Entonces inició una charla de esas en la que se habla de todo y de nada a la vez, en donde los transeúntes y automovilistas observan a la pareja que anda sin importarles el tiempo, el sitio o lo que sucede alrededor, ambos se sienten observados, y les vale un reverendo comino si hay claxonazos, silbidos o mentadas de madre, ellos siguen en su andar… 
 
--Y… ¿eres casada, viuda, separada, soltera…? Se le escuchó decir al "interfeuto", mientras ella volvía a sonreír. 
 
--En unión libre con dos niños 
 
--¡Uupss! --¿Por qué te sorprendes? 
 
--¿Y por qué tan solita? 
 
--Se cuidarme, ¿o lo dudas? 
 
--¡No!, no dudo en lo absoluto 
 
--¡Ah bueno! 


En ese conocerse, se olvidaron de sus destinos primarios, hasta que, Olaf le preguntó: ¿a dónde vas o a dónde te dirigías?, Carmen un poco dubitativa le dijo iba o voy a entregar unos bocetos ¿y tú? A donde tu vayas si quieres hasta el fin del mundo, de todos modos ya falta poco y continuauron su andar, ella lo guió, él no se opuso, el calor no aminoró, habían caminado algunas calles, cuando al fondo de un pintoresca galería se escuchaba los pesados riffs de una guitarra, las aceleradas percusiones de una batería, acompañados de un genial bajo, ella pareció entrar en trance, entrecerró los ojos y se dejó llevar por ese demencial ritmo, era Kill the words de D.R.I. nada que ver con Killing me softly with her song de Roberta Flack, una melosa balada, o tal vez sí, uno que va a saber de esos menesteres. Ying-Yang, Noche-día, frío-caliente, bueno-malo, ángel-demonio, deidad-mortal, el caso es que hubo clic, de eso no hay duda. 
 
Lo que pasó después ya es cosa de ellos, la historia de cómo fue solo la pueden contar ella y él, asumiremos que tras esa primera vez, intercambiaron números telefónicos, se quedaron de ver, ella lo dejó plantado no una si no varías ocasiones, él no se rindió, insistió, insistió, se volvieron a ver, charlaron como si nada hubiera pasado, el tiempo prosiguió su curso, por algunas circunstancias se dejaron de ver, tuvieron algunas llamadas telefónicas, pactaron en verse nuevamente, pero no ocurrió; cierta ocasión coincidieron, se reconocieron pero solo hubo intercambió de miradas cómplices. Las visiones son erráticas y suceden a uno que otro afortunado, así que la vida prosiguió al tiempo a la sombra de un milenario ahuehete se reconocieron de nueva cuenta, había un elixir de pormedio, de esos que se toman a besos y despacio, la charla que pausaron la retomaron, ¿qué había pasado en ese tiempo? Hubo dos presidentes blaquiazules, estaba por regresar un tricolor, un “Mesías tropical”, estaba a la expectativa, la Selección Mexicana había sido eliminada como siempre, pero lo más importante no había compromisos, ¡Bueno sí! pero ¿y qué?, así que entre que esto y aquello… Asumiremos pues que fueron felices por siempre, eso lo asumiremos. 
 
... Él, hizo una breve pausa para recobrar aire, se secó el sudor que le recorría por el rostro, en esos menesteres estaba cuando a lo lejos vio una celestial visión, aguzó la vista, se talló los ojos, limpió sus lentes; no podía creer lo que veía… 

Era una basura que se le incrustó en en el borde de sus gafas, por eso no podía ver bien, alcanzó a ver el verde del semáforo y se apresuró a cruzar, aún sin ponerse los lentes se tropezó con una chica, quien apenas pudo ver, su miopía se lo impidió, se disculpó y prosiguió su camino. Ella dijo: ¡No hay cuidado! Y continúo con su andar, unos metros más adelante un atrevido la abordó: ¡Hola te puedo acompañar, me llamo Adán! Olaf alcanzó a escuchar esa breve presentación, volteó brevemente, sonrío, limpio sus gafas, se dio media vuelta dirigió a su trabajo, había una crónica que escribir a pesar del p**** calor, que suelen causar inimaginables visiones.



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