¡Buen viaje!

 Eustolio: es un nombre de origen griego que significa Buen viaje

 

El primer recuerdo que tengo de mi tío Eustolio es a los tres años, eso creo, él hacía un tiro imaginario a un tablero y me decía en voz ‘atronantemente amable’ ¡Así se juega chamaco, la tarde caía y los rayos del sol ya se despedían… 

 

El siguiente recuerdo de él es caminando en el parque del ‘Río de los huajes’, esa ciudad que es cuna de quien compuso esa melancólica alegoría al recuerdo de la tierra añorada ‘La canción mixteca’, que dicen los que saben es el segundo himno de los oaxaqueños; en ese parque caminábamos a la sombra de los árboles para mitigar el abrasante calor de esas latitudes, él aún soltero o ya comprometido buscaba un momento de ocio, para esos instantes solo su sobrino de escasos cuatro años le servia de oyente, tal vez él platicaba de cientos de cosas, pero quedó grabado para mi incipiente memoria ese diálogo que sostuvimos.

 

--¡Chamaco! ¿quieres algo?

 

--¡Sí!, respodí sin reparo y agregué, se me antoja algo fresco. Buen eufemismo para mi edad que deseaba una nieve de limón. 


Graduándose como maestro, a la izquierda desconocido, al centro mi Tío-Padrino Donato, y a la derecha mi Tío Eustolio

 

Obviamente eso le causó mucha gracia a mi tío, quien rió a todo pulmón y cuando llegamos a casa, a todos les contó, esa anécdota nos acompañó hasta el momento que decidió bajar el swicht de esto que llamamos vida. 

 

Con él sostuve muchos debates, era una persona metódica y firme en sus opiniones, no daba pie a las medias tintas, de él aprendí eso sostener las ideología con la cual uno se forma o decide seguir, aún recuerdo aquella ocasión en que me zarandeó por escuchar a los Beatles, sin saber que es lo que decían en sus canciones, yo endeblemente argumentaba que la música es universal y que no es necesario el saberse las letras de las canciones, y de hecho así es, pero si no lo dices con verdadera convicción pasa solo por una ocurrencia, lejos de molestarme ese zarandeo me ayudó en posteriores ocasiones y en otros escenarios a argumentar bien mis exposiciones.

 

No tuvo una infancia sencilla al igual que mi madre y tíos, la manera de educar de mis abuelos no fue, ni era un lecho de rosas, con el afán de salir de las precariedades de su pueblo tomaron la desición de mandar a sus hijos a la Capital del país, para que salir adelante, ¡Puuufff! Tal vez para mis abuelos esa salida era la ideal en su mente, pero no asì para sus primeros cuatro hijos que tuvieron que dejar el hogar para chingarle, sí, sin eufemismos.

 

Así que en ese México de los años 60 teniendo como armas: un certificado de primaria, el haber aprendido a trabajar, --eso si se le agradece a los abuelos--, la inocencia y creo que la bendición de sus padres; cuatro hermanos se la tuvieron que rifar, allá por los rumbos de Iztapalapa, Neza, el Molinito, zonas que con el paso de los años no ha cambiado mucho, porque el polvo va y viene. 

 

En ese años mi tío de apenas 12 años intentó continuar la escuela secundaria, para ello tenía que vender chicles para trasladarse del sitio en donde vivía con su hermana –mi madre--, a la escuela, para mitigar el hambre se compraba esos cubitos de caldo KnorrZuiza, era su caldo, a la distancia parece gracioso, pero esa era la manera de sobrevivir en esa selva de asfalto.


Pero como bien lo mencioné mis abuelos les enseñaron a trabajar a sus hijos así que esa dedicación pronto dio frutos porque según lo que me cuentó llegó a trabajar en una panadería, yo creí que como panadero, así como Pedro Infante en esa película “La vida no vale nada” en donde canta Cápiro ahogado en alcohol –el maldito alcohol-- “Y eseeeeee Cápiro ya se secó teniendo lagua en la raíz, tal vez sus hojas tengan motivoooo... pero el Cápiro por quéééééé...”

 

A ese escuincle de 12 o 13 años le advirtieron aquí vas a cagar sangre, por las chingas que se iba a llevar con el paso de los días eso no sucedió y logró ser ayudante del administrador, obviamente eso le quitó la imagen que tenía de él que sabía hacer pan, pero si reforzó el saber que era un hombre dedicado, disciplinado, que tendría que lidiar una batalla con el alcohol, como lo hicieron sus hermanos mayores, con el paso del tiempo eso los acercó, los unió y obviamente volteaban a ver el pasado con calma, sí, tal vez un poco con resentimiento, que con el paso de los minutos se convertía en risa, lo que uno tiene que vivir para poder madurar.  

 

Se alejó del extinto Distrito Federal para regresar a su pueblo, pero para ese tiempo mi tío-padrino hizo la gestión para que completara los estudios de maestro rural, y dedicado como siempre lo fue pues culminó esos estudios, hizo una licenciatura, maestría en educación, fue director, supervisor y se jubiló, con mi tía Lilia educaron a un varón y cuatro mujeres, pudo ver a sus nietos, era ecuánime y podría considerarse como el fiel de la balanza de la familia, superó el alcoholismo, la depresión de la jubilación llevaba una vida sin sobresaltos, salvo lo que ocurre en esta vida: temblores, pandemias, crisis, la izquierda en el poder y tantas otras cosas que sería ocioso enumerar.

 

El pasado 25 de diciemre mi tío Eustolio Sandoval Hernández decidió bajar el switch y dejar esta canija vida, su corazón dijo: ¡No más! Como lo hiciera Roberto “Manos de Piedra” Durán en la segunda pelea con Ray “Sugar” Leonard, ¡No más, no más!; y como él también lo hizo precisamente en las fiestas navideñas en donde nos invitó a la cena, pero pues el niño es risueño y le pican la panza, pues, hijos, sobrinos, hermanos hasta mi abuelo nos cayó de sorpresa y gracia, que mi tío nos bajar el switch para que culmináramos el festejo y ahuecáramos el ala, al año siguiente sucedió lo mismo, de ese recuerdo solo quedan muchas risas, así era mi tío, una vez que él se recostaba en sus aposentos era para que todos hiciéramos lo mismo.


Con el paso del tiempo aún retumba en mi cabezota ese dialogo: 

 

--¡Chamaco! ¿quieres algo?

 

--¡Sí!, se me antoja algo fresco,… Pero hoy es una cerveza bien fría a su salud.

 

¡Buen viaje tío, buen viaje!   

 

 

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