¡Sal a ver los carros pasar!

You got a fast car 
I want a ticket to anywhere 
Maybe we make a deal 
Maybe together we can get somewhere 
Any place is better 
(Fast car / Tracy Chapman) 

¡No sé manejar ni mi vida!, menos un auto, tal vez manejé un carrito de paletas en algún momento, o más adelante empuje uno de hamburguesas o hot-dogs, uno nunca sabe los giros de tuercas que nos depara el futuro, pero no juguemos al vidente y volvamos al presente (eso rimó) y como no sé conducir prefiero ser el copiloto, cuando me asignan ese puesto, soy quién pone la música para el camino, en ocasiones es de agrado para todos los pasajeros, que es la menor de las veces o solo complace mi gusto musical que es la mayoría de las veces.


Hace muchos pero muchos ayeres en la vecindad en donde viví mis primeros años de infancia el espacio de juego resultaba insuficiente para la energía de cuatro mocosos que acababan con la paciencia materna y a pesar de tener a una ‘nana’ como la TV, esto no lograba cansar a esos escandaloso, pero sanos escuincles, pero todo tiene un límite y como el otro 50 % (en teoría porque en la práctica ya es otra cosa) de este binomio familiar decía ir trabajar no sabía de estos menesteres, salvo los fines de semana, si no es que en ese ¡Por fin es viernes! Se extendiera hasta el lunes. 

En fin agotada la paciencia la madre hasta la ídem mandaba a los tres hermanos y en ocasiones su hermana a que saliera a ver pasar los carros obedientes se sentaban en el umbral de la puerta del ‘zaguán’ que por la noches se metamorfoseaba en taquería, así a todas horas del día había un peculiar aroma que dejaban los tacos de suadero, sesos, tripa, 'machitos', lengua, ubre, etcétera, etcétera. 
 
Sentados ahí, tres escuincles y en raras ocasiones una niña veían pasar los autos y camiones de aquellos años, era finales de la década de los 70, recordar marcas o modelos sería inventar más de lo necesario, pero obviamente vi “Vochos”, Datsuns, Pacers, obviamente era inconfundible el ruidoso motor de los Delfines y Ballenas, antecesores de la Ruta100, sino mal recuerdo ahí en la Av. Emilio Carranza de la Colonia El Retoño, en el extinto Distrito Federal pasaban de vez en vez Trolebuses que te llevaban al añorado Parque de los Venados aunque oficialmente su nombre es Parque Francisco Villa. 
 
Eran un par de horas, máximo tres cuando veíamos llegar a nuestro padre, con sus infiernos internos bien maquillados, obviamente nos alegrábamos de verlo y entonces formulaba la pregunta ¿qué hacen? La respuesta: ¡viendo los carros pasar! Ahora que coincida con mis demonios intentaré hacer una semblanza de quién fue, es y será mi padre, eso será en otra ocasión; pero volviendo a este salir a ver los autos en su andar fue como una premonición a lo que sería el resto de nuestras vidas, algunos autos pasan y vuelven, pero otros no regresan jamás, ¡vaya filosofía de los dulces usher!; y ya con calzador le pondré de fondo esta rola que interpretan magistralmente Jaime López y Eulalio González “El Piporro” Por cigarros a Hong Kong “…el señor solo dijo no me tardo y se fue por cigarros a Hong Kong”. 


En ese salir a ver pasar de los autos, el transcurrir de los días era intrascendente para los niños, en ese momento era pasarla bien recuerdo que en esa espera nos disfrazábamos y ahí en la banqueta disque bailábamos para pedir calaverita, o convivíamos con algunos niños de la misma acera, teníamos la oportunidad de ir a una pequeña área verde que le llamábamos
 ‘parque’ que se resistió a la urbanidad y que por testarudez de los vecinos evitaron que desapareciera; ahí podíamos ir a jugar, futbol, ‘tochito’, o simplemente correr, eran otros tiempos, no siempre mejores, pero eran otros tiempos. Y de ese parque solo el recuerdo queda.
 
En la actualidad sigo con esa añeja costumbre, cuando existe la oportunidad, el tiempo, pero sobre todo el lugar tomo asiento, veo los carros pasar y solo espero a que lleguen los recuerdos. 
 
¿Manejar? Que nunca es tarde para aprender, es cierto, pero en estos días intentar manejar ya es un acto pornográfico, los conductores de cualquier vehículo se han convertido en una peligrosa fauna, todos nos sentimos con derechos y creemos que somos de hule e inmortales, en lo particular prefiero usar la bicicleta, es sano, filosofas en dos ruedas, el esfuerzo de cubrir ciertas distancias satisface tu pequeño ego, considero que no soy un kamikaze al volante, porque se lo dije recientemente a un buen amigo: “Hay dos tipos de ciclistas, el que ya se cayó y el que se va a caer”, ya pertenezco al primer grupo. 
 
¡Ah! y cuando quieran un que adiestre a su copiloto en turno no duden en pedirme asesoría, habrá de dos sopas o lo aguantan todo el trayecto o bien lo bajan en la primera oportunidad que tengan. Y entonces ahí tendrá la maravillosa oportunidad de ver los carros pasar.

Comentarios

Entradas populares