¡Buen diente!
Soy de esos que caminan preso
de mis ideas o de los sueños, en ocasiones desconectado del mundo escuchando
música o tarareándola, en ocasiones paso de largo sin saludar a los amigos o
conocidos y no es porque sea mal educado, una de las razones, tal vez la
principal es la miopía que me acompaña desde mi época de “Ceceachero”,
deficiencia visual que se agravó según yo por las intensas lecturas en la que
me interné desde del Algebra de Baldor
hasta Juventud en éxtasis, sí lo
acepto lo leí y es de esos gustos culpables que, insisto, dejan de ser
culpables cuando los confiesas.
Pero volvamos al tema, camino y
lo hago con mucha frecuencia, a pesar que mi andar es casi sonámbulo percibo
detalles que son imposibles sentirlos con la imaginación como bien dice la
frase de David Thoreau, que cito como presentación de este blog: Cuán vano es sentarse a escribir cuando aún
no te has levantado a vivir, o parafraseando a mi abuela, quien acaba de
cumplir 94 años hace un par de meses, “no camines como los cerdos agachado,
levanta la cabeza mira a tu alrededor”, antes esas suaves y sabias palabras he
intentado captar todo lo que se pueda en cada caminata que realizo ya sea en el
campo o en la ciudad, en este país o en otro.
Pues bien hace algunos años caminaba
por las calles de la ciudad de Oaxaca tras haber asistido al gimnasio y cumplir
con mi rutina de bicicleta fija al ritmo frenéticos de los gustos musicales de
la instructora, con la energía al cien sudado por la intensa hora de ejercicio el
apetito ya se había despertado por lo que me dirigía a comer, según yo un gran
cóctel de frutas acompañado con yogurt, granola, pan tostado y buen café, eran
días en que los propósitos de año nuevo si los cumplía.
La escena en la que me situé fue
en la casa de mi madre allá en la ciudad de México, tendría yo tal vez siete
años cursaba el segundo año de primaria teníamos que correr para asistir a la
escuela por lo que tal vez lo más fácil para ese momento era hacer unos
blanquillos estrellados acompañados con queso, sobre unos frijolitos humeantes de
la olla, de bebida un atole, además de una telera con chantilly nada más de
recordarlo se me hace agua la boca, para ese entonces ya mi fascinación por el
picor ya era evidente así que seguramente en la mesa estaba unos chiles en
vinagre, ¡para que amarre! Con semejante manjar el apetito se despertaría ya
casi para salir de la escuela, así que había pila para toda la mañana lo cual
serviría para estar concentrado en el aula para aprender o memorizar las
benditas tablas de multiplicación o en si había clase de educación física ahí
quemar toda la energía natural en un escuincle de siete años.
Sin duda comer, disfrutar de los
alimentos es uno de los placeres más chingones que existen en este mundo
mundano, hay tanta literatura sobre el tema que va desde los libros de recetas
caseras, la ‘cocina de autor’ o alto gourmet, hasta novelas en historias en
donde el hilo conductor es la comida como es el caso de Como agua para chocolate, de Laura Esquivel, crónicas como El Hambre de Martín Caparrós, quien
viajó por el mundo para describirnos cómo se vive el hambre en estos tiempos modernos.
¿Películas? ¡Puff! Desde el
terror hasta la comedia, de las biográficas hasta los musicales sin olvidar los
documentales: Ratatouille (2007), Julie & Julia (2009), The Founder (2016), Eat, Drink, Man Woman (1994), hay más
pero estas son solo algunas que se han quedado en la memoria, habrá que darse
un tiempo para buscar más filmes que nos despierten el apetito, bueno hasta “realitys
shows” de comida existen en la televisión, claro sin olvidar esos programas en
donde te invitan a recorrer las
comunidades de este bendito país para probar lo que se prepara en cada comunidad.
En la música hay sin duda temas que refieren al saciar el hambre, Chava Flores y La chilindrina: “Concha” divina, preciosa “chilindrina”de “trenza” pueblerina, me gustas “al-amar”; ven dame un “bísquet” de “siento en boca” y “lima”, “chamuco” sin harina, “pambazo” de agua y sal… Los agachados del fabuloso Germán Valdez Tin Tán, que luego fue versionada por La Maldita Vecindad y los Hijos del 5º Patio También… Tiene mole de olla, sazonado con cilandro/Con su rama de epazote, con su flor de calabaza/Xoconostle y verdolaga, frijolitos calientitos/Con chilito picadito, tortillitas calientitas sacaditas del comal...
En la música hay sin duda temas que refieren al saciar el hambre, Chava Flores y La chilindrina: “Concha” divina, preciosa “chilindrina”de “trenza” pueblerina, me gustas “al-amar”; ven dame un “bísquet” de “siento en boca” y “lima”, “chamuco” sin harina, “pambazo” de agua y sal… Los agachados del fabuloso Germán Valdez Tin Tán, que luego fue versionada por La Maldita Vecindad y los Hijos del 5º Patio También… Tiene mole de olla, sazonado con cilandro/Con su rama de epazote, con su flor de calabaza/Xoconostle y verdolaga, frijolitos calientitos/Con chilito picadito, tortillitas calientitas sacaditas del comal...
La profesión de ‘aporreateclas’ me ha llevado a estar presente en diversas conferencias, ponencias de diversos temas, uno de ellos ha sido la comida, hace poco escuché con atención las anécdotas que han forjado la personalidad de cada cocinero, de cada chef; de su vicisitudes para dotar de personalidad a su cocina, dicho esto como lograr el sazón de lo que preparan, desde la influencia que adquieren en casa, hasta lo que aprenden en las escuelas especializadas.
Sin excepción todos remitieron
la influencia que tuvieron en casa: la abuela, la mamá, la tía, la hermana, se
busca sin dudar encontrar ese sabor, ese aroma que los hechizaba en su infancia,
y que los hacia salivar… situación “harto difícil”.
Soy de ‘buen diente’, herencia
de mi abuelo que vivió cien años y que una de las cosas que le aprendí fue a
comer y bien, no hacerle gestos a la comida, claro cuando hay hambre hasta
vidrios uno puede mascar y digerir, pero como ya lo dije líneas arriba el comer
es uno de los tantos placeres de la vida por lo que me complace siempre
compartir la mesa con personas que no son tan melindrosos para probar las
diferentes cocinas, sazones, sabores, y ahora cito a mi abuelo que decía “el
que es pendejo para comer es pendejo para todo” ¿será? ¡No lo sé! Así que a lo
único que le rehúyo es la carne de puerco, sin embargo siempre viajo con
pastillas que me salvan de la alergia que me provocan su ingesta; las carnitas,
el chicharrón y todo lo derivado de ese animalito es una delicia.
He de confesar que un tiempo
me incliné al vegetarianismo, pero tras un mes y medio de disciplina
aparecieron ante mí unos bisteces a la mexicana y en ese momento dije: herbívoro
no soy. Tengo amigos que se han declarado ‘veganos’, la cocina vegana también
tiene su chiste, aunque hay quienes son tan ortodoxos que no ingieren ningún
producto derivado de un ser vivo, ¡en fin cada quien sus gustos, filias y
paladar!
Pero sí, a cada sitio que
visito no me voy sin probar el platillo de ese lugar, el chocolomo de Mérida,
el aguachile de Culiacán, las tortas ahogadas de Guadalajara, la semas de Puebla,
el cabrito de Monterrey, el chorizo verde de Toluca, el zacahuil de Papantla, ¿de
las bebidas? ni se diga, pero eso ya será tema de otra ocasión, en el otrora De-Efe
obviamente hay que probar los tacos de suadero, las quesadillas con o sin
queso, los tlacoyos, las gorditas de chicharrón, los pambazos etcétera,
etcétera.
Mención especial merecen las tortas que deglutíamos vigorosamente, diría que hasta con pasión, en mi antiguo barrio en Villa de las Flores, Coacalco, en el Estado de México, las Tortas de Ambrosio en donde había un queso que nunca mermaba y que fue viandas obligadas para quienes vivíamos esos lares, sobre todo para aquellos que en sus fines de semana se dedicaban a la noble labor de la 'mesereada', !claro! tema de otro relato.
Mención especial merecen las tortas que deglutíamos vigorosamente, diría que hasta con pasión, en mi antiguo barrio en Villa de las Flores, Coacalco, en el Estado de México, las Tortas de Ambrosio en donde había un queso que nunca mermaba y que fue viandas obligadas para quienes vivíamos esos lares, sobre todo para aquellos que en sus fines de semana se dedicaban a la noble labor de la 'mesereada', !claro! tema de otro relato.
Han sido varias las ocasiones
llegó a una fonda, y ahí encuentro el sazón de mi madre, de mi abuela, de mis
tías, unas tortitas de papas con arroz rojo, unos chiles rellenos, unas albóndigas
con frijolitos, una sopa de fideo, son lugares sin mucho lujo, sin chefs de
alta cocina, son personas que les gusta cocinar, que poseen esa magia al
preparar las cosas, ¡vaya! Hasta preparar el agua de limón tiene su chiste.
La comida es también parte
identitaria de una cultura, de una sociedad, de un pueblo, de una familia, por
ejemplo en casa cada fin de año no puede faltar la parrillada para despedir el
año, ahí intervenimos todos, algunos desde el encendido del carbón, la salsa,
la preparación de la carne, hasta quien se encarga de preparar las bebidas, uno
de mis tíos posee la habilidad para preparar una buena barbacoa, las tortillas
hechas a mano son una delicia…
Volvamos a aquella mañana en
donde regresaba del gimnasio en donde un delicioso aroma despertó mi apetito,
pero sobre todo los recuerdos y toda esta disertación sobre la comida, al llegar
al sitio donde acostumbraba a desayunar me olvidé de ese cóctel de frutas y
ordené unos chilaquiles en salsa roja con huevo estrellados, acompañados, por
supuesto de crema, queso unos enormes aros de cebolla, dos teleras, sin olvidar
la taza de café, una dulce concha, para aligera un juego de naranja, al final
de cuentas queda comprobado el comer es uno mejores placeres de esta mundana
vida… ¡Provecho!
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