Viernes sin chela, pero sábado con pomo

But I'm strong
Strong enough to carry him
He ain't heavy, he's my brother
(He Ain't Heavy, He's My Brother/The Hollies)

¡Disculpa por ser mal anfitrión!, ¿y los ‘cabarebs wey?... eso era lo que escuchábamos al entrar al departamento de la Unidad de San Rafael allá en los rumbos de Coacalco, Estado de México, cada que nos reuníamos a echar unos drinks.

Para la banda era “San Rata” y ese departamento era el bunker de ‘El Chapo’ de quien revelaré su nombre al final de este relato, les adelanto sus apelativo: Núñez Mote; ‘el interfeuto en cuestión’, como bien diría Mario Moreno, “Cantinflas”, es de esos personajes infaltables en cada calle de los suburbios de la gran ciudad.

Maravillas era el dominio que muchos añoramos, en donde pulularon ‘Los Piñas’, ‘El Chilis’, ‘El Padrino’, ‘El Negro’, ‘Los Pichurris’, ‘El Piro’, ‘El Pipo’ sin olvidar al ‘Chapo’ y su carnal ‘El Cachas’, de estos dos ,aparte de ser brothers, se les podía distinguir por tremendos cachetes y su vocación por la ‘mesereada’, ¡a fuerza! pero vocación al fin y al cabo.

No, no es un ‘club de Tobi’ en todo este andar las damas siempre estuvieron presentes, en ocasiones siendo protagonistas de las historias, otras solo como testigos de las aventuras, como aquella ocasión en que se bautizó como el ‘Titanic’ a un camión de pasajeros de ruta San Pablo --San Polvo para los entendidos--, a la Comercial Mexicana que se ubicaba a la entrada de Villa de las Flores ahí en la vía López Portillo bautizada en honor de quien defendería al peso como un perro…  

El ‘Titanic’, en el nombre lleva toda la penitencia en su primer viaje falló no llegó a su destino La Comercial, dicho “Guajolojet” solo trepaba a la tropa de Maravillas y uno que otro pasajero; se daban dos o tres vueltas para juntar para las frituras y refrescos, aún no se acuñaba esa memorable frase: “papitas y chescos” y mucho menos para juntar para ‘el pomo’, bueno eso cuentan los cronistas de esa época.

El tiempo hizo su labor, algunos crecieron, otros desaparecieron, varios continuaron en el mismo sitio, el reloj para ellos ya no avanzó… aventuras, mudanzas, madrizas, y por supuesto unas buenas borracheras terminaron por moldear la personalidad de cada individuo.  

Con una tesis de un título olvidable, por supuesto, archivada en un folder con la imagen Snoopy (o ¿era Garfield?), el can raza Beagle fiel compañero de Charly Brown, no sé si con su atuendo de football americano o en pleno baile con Woodstock (así se llama el avecilla amarilla que lo acompaña), ‘Chapo’ tiene el grado de ingiero agrónomo por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Xochimilco, varias ocasiones narró a la banda sus viajes de prácticas por la Huasteca, potosina e hidalguense, sí allá donde la Tuzita lloraba porque no le pudo acertar el tiro a uno de los Huastecos interpretado por Pedro Infante y tal vez allá se quedó esa vocación.

Pero lo raro del Chapo no es la tesis, ni que haya estudiado agronomía, sino que es fan del Atlas,  del ‘Piojo’ Herrera y de los Vikingos de Minnesota, --siempre buenos nunca los mejores sentenció alguna vez Pepe Segarra--, y todavía se ufanaba de presumir que el estadio de esos Vikingos se inflaba antes de cada partido, en efecto así era me imagino a este asiduo fan antes de cada juego buscar el pivote para poder colaborar con esa labor de inflar, claro, sin albur…

Pasaron los años cuando caminaba por el centro de la gran metrópoli, que hoy se hace llamar Ciudad de México, vi a un tipo portando una playera púrpura en donde se veía estampado al guerrero nórdico símbolo del equipo de la ‘Ciudad de los lagos’, quien reaccionó al ver a un individuo con una playera negro y plata con la imagen del pirata logo innegable de los Oakland Raiders. En efecto era mi amigo.

Les cuento… en esas coincidencias de la vida por unos meses Don Chapo y no el de Sinaloa, ni mucho menos el de ‘Kate’, me dio hospedaje en ese bunker de San Rafa,  yo asistía religiosamente a clases en la entonces ENEP Acatlán por las tardes, en tanto el personaje en cuestión ya laboraba en el Club de Banqueros, no como agiotista ni mucho menos como socio del lugar… aunque tal vez pronto lo será.

Recuerdo que era un viernes lluviosos, de eso que se dan muy seguido en el área metropolitana de la ‘Gran Urbe’, para variar algunos maestros decidieron no asistir a dar clase, por lo que inicié el largo, tortuoso y no menos divertido camino desde Naucalpan hasta San Rafeel, Coacalco, ¡qué maravilloso es el ‘Estuche de México’!

El Periférico Norte estaba materialmente hasta las chanclas, avanzábamos a vuelta de rueda, eran los instantes en que casi todos regresan a sus aposentos tras una larga semana de estar en busca de la chuleta, algunos más afortunados se preparaban para irse al cine, de fiesta a echarse unos tragos, bailar y después… eso ya dependía de la habilidad y disponibilidad de cada quien; otros menos suertudos se dirigían a la chamba, ¡sí en viernes!, pero otros más gandayas con pistola en mano, puñal, daga o sable --según sea su presupuesto-- se la pasaban taloneado al personal que viaja en los microbuses o combis, en ocasiones con el varo justo para llegar a casa, lo bueno es que eso ya no se da, ¡Cómo no!

Y si a eso le agregamos que los chafiretes a la menor oportunidad pisan el acelerador para ‘levantar’ pasajeros, muchos imaginan que están en alguna pista de carreras, ¡bueno! cuando bajas del transporte tienes unos altos índices de adrenalina, lo único que resta o que se te antoja es: comer una ‘telera’ para el susto o bien saborear unas ‘chelas bien helodias’ (traduzcamos: unas cervezas bien frías).

Así fue, después de un trayecto de dos horas, mismo que en ocasiones se recorría en 45 minutos, bajé de ese bólido que en su parabrisas frontal anunciaba: Potrero, San Pablo, San Rafael x Eje 8… al no contar con la llave que abría la puerta para entrar a la unidad, había de dos sopas: esperar a que un vecino abriera y ante la mirada sospechosa entrar sin decir más, la otra hacer gala de buen ‘caco’ u hombre araña para trepar la barda con todo y mochila para lograr estar en unos segundos en el estacionamiento, no se podían evitar las miradas burlonas cuando terminaste la hazaña de saltarte y ver que alguien abría la puerta.

En fin, con la emoción del viaje, el esfuerzo de saltarse el muro, lo que apremiaba era la cena y después como todo viernes, pues una buenas chelas para reflexionar por lo que aconteció durante la semana. Una vez que se realizó el rito de comer, para no perder la costumbre, arribo al bunker ‘El Chapo’, venía con mismo rictus, cansancio por el viaje, claro él si contaba con la llave de la puerta de la unidad por lo que saltarse no era parte de su itinerario.

Tras un escueto saludo: ¡qué transa! Pasamos a una charla banal, que poco a poco empezaba a generar una gran sede a causa de tanto hablar y como el agua en viernes no tiene un buen sabor expresé una frase que surgió desde el fondo del hígado, por llamarlo de alguna manera…

--¡Chale! Es viernes y sin chelas.

Fue un silencio de ¡que pedo!, lo que denotó es que las finanzas era magras, no había ni para un par de cervezas, para proseguir con el debate que ya teníamos sobre qué era, no lo recuerdo tal vez era sobre la NFL, sobre como los Piña seguían siendo unos cábulas, o bien descifrábamos el paradero de Teresita, ¡síííí Teereeesita! O a lo mejor me preguntaba si había visto a Viky, pero no había combustible para seguir, por lo que a las 10 de la noche cada quien se fue a dormir.

Era de no creerse, pero qué puede aportar un ‘estudiambre’ que de vez en vez viajaba a la escuela en bicicleta, hoy eso ya es ‘cool’, o de un entonces ‘garrotero’ aspirante a ser mesero en un sitio de lujo.

El sábado transcurrió con una somnolienta normalidad, con las finanzas en números rojos, sin chamba de mesero en el Hawaii 07, salón en donde coincidamos con otros vagos; las horas se volvieron maratónicas, temprano fui a visitar a mi madre para gorrearle ‘la papa’, así que regresé antes de que el sol se ocultara para no saltarme la barda, cuando llegó Chapo estaba yo en mis labores escolares --porque en verdad las hacía--,  accedió al Bunker como niño que acaba de agarrar todos los dulces tras quebrarse la piñata en una posada decembrina.

Sin mediar palabras de inmediato dejo su mochila en la sala se acercó a su cantina sacó del fondo una botella al cual aún resaltaba el sello inmaculado, era un ron Appleton blanco, --los mejores años de Bacardí habían pasado-- por lo que esa bebida espirituosa ofrecía a estos dos parroquianos una noche de mucha bohemia y charla diversa.

Inspirado tal vez por alguna divinidad vikinga Agustín Núñez Mote, el Chapo, dijo:

--¡Mira cabrón! viernes sin chela, pero sábado con pomo. Y soltó una risita de esas que se leen en las caricaturas: ¡jijijijijijijiji!

Y al puro estilo de los capitanes que levantan el trofeo en todo lo alto caló el pomo a la luz del foco, tal vez para revisar si no tenía alguna impureza. Y se dio a la tarea de hacer el ritual de abrir la botella, ¿de dónde salió para ‘el chesco’?  no lo sé, el caso es que bebimos, charlamos nos dimos a la misión de resolver un crucigrama que data desde principios de los años 80, que fue obsequio que dio la revista Muy Interesante’, apostamos unas pizzas en una quiniela por el mundial de aquella época y volvimos a elucubrar por el paradero de Teresita, ¡síííí Teereeesita!, me volvió a preguntar si había visto a Viky. Y mi respuesta después de una carcajada fue ¿No sé?

Lo divertido de esto, al menos para mí, fue que al día siguiente la resaca de Agustín Núñez Mote (su real nombre) no fue un dolor de cabeza, sino una terrible infección estomacal que seguramente le hizo perder varios kilos, además de estar en constante comunicación con el trono y hacer reflexiones de qué fue el daño para estar en constante apuro le recalcaba la frase ya mítica.

Pero qué tal cabrón: viernes sin chela, sábado con pomo y domingo con ‘pepto’. Al paso de los años y a la distancia este episodio lo recordamos en cada uno de nuestros encuentros y charlas de aquel ya lejano pasado.


Una de las rolas que me acompañan en mi soundtrack  hoy lista de Spotify es He Ain't Heavy, He's My Brother de The Hollies: Pero yo soy fuerte/lo suficientemente fuerte como para llevarlo/Él no es pesado, él es mi hermano hoy día cuando llego a ver un Appleton la risa no la contengo y me acuerdo de ese sábado con pomo.


Comentarios

  1. Esta narrativa diácronica tiene este ADN que te empieza a identificar como un escritor que ve y huele en la vida cotidiana las historias que necesitamos contar. La realidad supera a la fantasía y el medio urbano nos sitúa en lo contemporáneo, en lo tangible, en lo medible y nos da impulso para continuar. En lo particular me gusta este estilo urbano de descripción. Felicidades Amigo. Estamos en comunicación.

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